El diablo está en los detalles
Nunca mejor utilizada esta expresión. Se puede aplicar al
menos a tres de las cosas que han ocurrido en los días ocupados en el viaje: el
acuerdo marco preliminar con Irán, la entrada de Palestina como miembro de
pleno derecho en la Corte Penal Internacional y la tortuosa negociación de
Grecia con “las instituciones” (antes llamadas troika). Como abordarlos todos
sería muy prolijo, me referiré sólo al primero.
El acuerdo alcanzado entre Irán y las potencias del consejo
de Seguridad de la ONU más Alemania (P5+1) dista mucho de ser el triunfo que
reclama Irán, aunque tampoco es para que ese grupito tire las campanas al vuelo
por la derrota de Irán y su programa nuclear. Ambos han cedido, aunque mucho más
Irán. Y hay otro damnificado por el acuerdo: Rusia.
Lo explico. Irán y los P5+1 han invertido mucho capital político
en este principio de acuerdo, sobre todo el país islámico puesto que su
presidente Hasán Rouhani fue elegido básicamente con esta promesa, que era
perseguida por la burguesía iraní, muy asentada en el bazar. Si no lo hubiera logrado,
su caída estaba asegurada. Así que Rohuani queda reforzado a nivel interno
aunque aún tiene que explicar muy bien los “logros” de Irán en el acuerdo.
Es cierto que no se va a cerrar ninguna instalación nuclear
y que se va a seguir enriqueciendo uranio, pero a unos niveles tan bajos que
prácticamente equivalen a un cierre. Traducido: las concesiones iraníes han ido mucho más allá de lo que se había
considerado “líneas rojas”, como que el enriquecimiento de uranio estará
limitado a un máximo del 5% en los próximos 10-15 años y sólo en una central. Irán
insistía en que era su potestad hacerlo en todas o en otras, como Fordo y Arak.
Ahora estas dos centrales quedarán convertidas en instalaciones de investigación
simples. Al mismo tiempo, Irán reducirá dos tercios de sus centrifugadoras y
sus reservas de uranio, que son unos 10.000 Kg, no podrán sobrepasar los 300
kg.
Nunca hasta ahora un
país que es formalmente firmante del Tratado de No Proliferación había sido
sometido a restricciones semejantes, por lo que Irán no puede argumentar fácilmente
que es un acuerdo que le beneficia. Ni tampoco en lo referente al levantamiento
de las sanciones, puesto que queda al arbitrio de la poco imparcial Agencia Internacional
de la Energía Atómica el decidir si Irán cumple o no. Supongo que no hará
falta recordar el papel de la AIEA en todo el entramado de sanciones, dando por
buenas informaciones que se demostraron falsas sobre el programa nuclear de
Irán. Por ejemplo, en su último informe sobre Irán, elaborado en febrero, un mes antes del
acuerdo, la AIEA decía que Irán no cooperaba con las inspecciones.
Así que no hay que
ser optimistas con este acuerdo, que está por ver si en junio es ratificado
por los EEUU, con un Obama cercado por los republicanos y parte de su propio
partido. Y eso significa que no habrá levantamiento de las sanciones, como ya
han dicho tanto EEUU como sus vasallos occidentales, Gran Bretaña, Francia y
Alemania. Irán podrá decir lo que quiera y vender a nivel interno el acuerdo
como quiera, pero ha dejado entrar al diablo en los detalles del acuerdo, y en
esos detalles se dice lo que os comento. Irán puede olvidarse de un
levantamiento inmediato de las sanciones, por lo que va a ser interesante observar cómo se enfrenta la población, sobre todo
la de Teherán, muy pro-occidental, al hecho de que ni haciendo concesiones
estratégicas se van a levantar las sanciones.
Porque este es otro de los frentes del acuerdo: la tensión
entre los pro-occidentales, como Rouhani, y los pro-orientales, como Jamenei o
Ahmadinejad. Resulta que la burguesía que respalda a Rohuani quiere a toda
costa la normalización de relaciones con Occidente mientras que el otro sector
no olvida que los únicos que ayudaron, con matices, a Irán durante las
sanciones fueron China y Rusia. Pero Rusia
cometió un error fatal: plegarse a la estrategia de EEUU contra Irán en 2010
aceptando una nueva ronda de sanciones mucho más duras que las anteriores y
negándose a suministrar a Irán los famosos misiles defensivos S-300 que habían
sido comprados por Irán. Era la etapa de Medvedev como presidente de Rusia, un
liberal y pro-occidental, aunque el entonces primer ministro, Putin, no
estuviese de acuerdo. Eso es algo que no olvida Irán y que Putin están
intentando solucionar como sea.
También va a ser curioso observar el va y viene que se traerán
rusos e iraníes, visitándose mutuamente y prometiéndose amor eterno en estos
dos meses, hasta la posible firma definitiva del acuerdo sobre el tema nuclear.
Rusia está pagando su indefinición en
política exterior los años de Medvedev, y cuesta rehacer lo deshecho. Putin
lo está intentando, pero con un margen no muy grande.
Si se levantan las
sanciones a Irán, que no lo creo, el precio del petróleo se abaratará, lo que
perjudica a Rusia en estos momentos, y las empresas occidentales entrarán a saco en el país -cediendo terreno las rusas, sobre todo en la cuestión petrolífera- por lo que Rusia sólo tiene una baza que jugar con Irán: la militar. Por
una parte, ofreciendo a Irán o bien esos misiles u otros más modernos; por
otra, presionando para que Irán se
convierta en miembro de pleno derecho de la Organización para la Cooperación de
Sanghai, que celebrará su reunión anual el mes de junio en China. Irán
lleva esperando desde el año 2004 ser miembro de pleno derecho y ahora es su oportunidad.
Si lo logra, Rusia se habrá apuntado un tanto de enorme relieve y habrá
reforzado hasta hacer prácticamente indisoluble su alianza con Irán. Y es muy probable que lo logre porque China tiene también un interés manifiesto en ello, dado que reforzaría todas las estructuras políticas, económicas y militares de Asia a su alrededor.
El Lince
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