Un año del Donbás resistente (3)
La guerra
Los II Acuerdos de Minks están muertos. El precario alto el
fuego se está erosionando a gran velocidad y parece que se está a las puertas
de una nueva agresión, a una escala mucho mayor que las dos anteriores. Los neonazis de Kiev tienen claro que cada día que pasa,
que cada día que el Donbás sobrevive, se agranda la distancia que separa a esta
zona de Ucrania. Porque se refuerza y se consolida la posibilidad de vida
independiente, de un Estado independiente. O unos Estados, puesto que ya os
dije que, por ahora, tanto Donetsk como Luganks prefieren ir por su cuenta y
sólo han formado una confederación.
El tiempo juega a favor del Donbás. Está el caso de Osetia
del Sur, de Abjasia (perdidas para Georgia después de una guerra), de
Transnistria (perdida para Moldavia después de una guerra). Conflictos
"congelados" pero ya irreversibles salvo otra guerra a una escala
mucho mayor que las anteriores. La lección que se saca de estos casos es que
las líneas de un alto el fuego temporal que se alarga llegan a convertirse en
permanentes y así se refuerzan los parámetros que hacen posible un Estado:
territorio, población y lengua.
Pero es que hay otro factor que hay que tener en cuenta:
Ucrania se puede comenzar a mirar en el espejo del Donbás. Mientras que los
neonazis están desmantelando el Estado, privatizando todo por exigencias de la
Unión Europea y del FMI, el Donbás está fortaleciendo el Estado, manteniendo
bajo su control -o intentándolo- los principales sectores estratégicos, como la
metalurgia y el carbón. Eso permite generar unos ingresos con los que
satisfacer las cuestiones sociales, como esas "panaderías sociales"
de las que os hablé, y subvencionar los precios de algunos productos básicos,
como el pan. En estos momentos, el precio del pan en Ucrania es casi el triple
del precio en el Donbás, por dar un dato.
Sin embargo, la lentitud mostrada por las dirigencias de
Donetsk y Luganks en lo referente a los procesos de unificación, o a la
búsqueda de un mercado común entre ambas repúblicas, hace que sigan siendo
entidades vulnerables y en peligro de extinción súbita si la ofensiva neonazi
es total, como se espera, y si Rusia duda a la hora de defender a las
repúblicas populares.
La junta neonazi de Kiev ha dejado claro que no quiere, ni
puede, aplicar ni uno solo de los puntos del II Acuerdo de Minsk. Hace poco he
leído en un medio de propaganda ucraniano que Poroshenko dijo en una reunión
interna de su gabinete de seguridad que "había leído el Acuerdo de
Minsk". Sólo faltaría que no lo hubiera hecho, pero con los neonazis todo
es posible. Pero si lo ha leído, lo tiene que haber comprendido. Y no tiene pinta que haya sido así. Porque si
fuese así, tendría que haber establecido contacto directo con las dirigencias
de Donestk y Luganks, aceptar que las elecciones en el Donbás se hagan según la
legislación propia y no la de Ucrania, que las dos repúblicas populares sigan
controlando las fronteras con Rusia -como ahora ocurre-, pagar las pensiones...
Está en una situación políticamente débil, con una rebelión
popular incipiente ante las privatizaciones, alza del nivel de vida, escasez de
productos y empobrecimiento masivo de la población y sólo puede salir del
atolladero con una guerra que distraiga la atención de estos problemas. La
junta neonazi utilizará el discurso de la "seguridad nacional" y de
la "amenaza rusa" para aplacar las protestas y, de paso, intentará,
de nuevo, un mayor margen de maniobra con los plazos impuestos por la UE y el
FMI al tiempo que buscará más y mejores armas.
No me cabe la menor duda que el objetivo a largo plazo de
Rusia es conseguir el reconocimiento, digámoslo así, de la capacidad de
resistencia del Donbás y de su permanencia "independiente" de hecho
de Ucrania y que el modelo que está siguiendo es el de Osetia del Sur y el de
Abjasia. Estas dos repúblicas ex soviéticas son independientes de Georgia pero
dependientes, valga el juego de palabras, de Rusia. Por ello no tengo tampoco
muchas dudas respecto a una intervención directa de Rusia en el conflicto si
Occidente da el paso de apoyar militarmente a Ucrania en una nueva guerra. Rusia
impulsó los II Acuerdos de Minks, que se mire como se mire favorecen las
aspiraciones del Donetsk y Luganks, para evitar una guerra abierta en la que se
vería involucrada de todas, todas. Buscaba parar la confrontación militar y
facilitar un acuerdo político que es, ya, imposible salvo la derrota total de
la junta neonazi de Kiev. Porque, hay un hecho a resaltar: las milicias, que ya
son ejércitos incipientes, más coordinados y con una mayor unidad de mando, son capaces por sí mismas de frenar la ofensiva, pero la
superioridad en armas y hombres de los neonazis es grande y todo dependerá de
cuánto de todo ello, hombres y material, se utilice en la nueva agresión.
Mirad, un compendio de todo lo que os he venido diciendo en estas tres entregas de análisis: es la entrega de medallas y otros reconocimientos a una unidad de tanquistas, incluyendo a familiares de los muertos. Podéis ver tres cosas: la bandera que lo preside, la gente que está luchando y la sencillez de la ceremonia que se celebra en un memorial muy significativo en el Donbás y con una simbología muy significativa. Este es ejército popular, hombres y mujeres que son nuestra primera línea contra el fascismo y a quienes hay que apoyar y defender.
No obstante, se puede ser optimista. Todas y cada una de las
ofensivas neonazis se han saldado con estrepitosas derrotas, la última de ellas
la de Debaltsevo hace seis meses. Los neonazis copìaron, literalmente, la
táctica soviética en la II Guerra Mundial en el estratégico Kursk: una serie de
trincheras y anillos concéntricos que defendían lo que era, para ellos, una
ciudad inexpugnable. Pero los ucranianos de hoy no son soviéticos, ni siquiera
les llegan a la altura de la suela de los zapatos: no tienen su disciplina, ni
su arrojo, ni su capacidad de reaccionar ante los imprevistos, ni su heroísmo.
Ni siquiera algo mucho más simple: cadena de mando. Así que resultó que en cada
trinchera mandaba uno, en cada anillo mandaba uno, y todos estaban
descoordinados entre sí. La milicia lo tuvo muy fácil para rodearles y hacer el
famoso "caldero" en el que fueron cociendo a fuego lento. Poroshenko
no tuvo el menor empacho en hablar de "gran victoria" por, dijo,
haber logrado la retirada de la práctica totalidad de tropas y armas del
"caldero". La siempre parcial Cruz Roja no fue tan benigna y dijo que
los neonazis habían perdido 1.200 soldados. La milicia habla de una cifra mucho
mayor: 4.000 muertos. Con ser importantes las cifras, sean de la siempre
parcial Cruz Roja o de las milicias, lo verdaderamente importante fue el alto número
de armas capturadas o en perfecto estado o con muy leves daños y que han sido
fácil y rápidamente reparadas y puestas al servicio de las milicias: 337
tanques, transportes blindados y piezas de artillería. Además, se recuperaron
unas 3.000 toneladas de todo tipo de pertrechos militares, desde munición a
chalecos y otras utilidades de intendencia.
Cada vez hay más posibilidades de una reanudación de la
guerra. Dentro de un tiempo la UE tiene que volver a aprobar las sanciones
impuestas a Rusia. La excusa de la injerencia en Ucrania pierde cada día que
pasa más fuerza, dado que quien únicamente cumple los II Acuerdos de Minsk es
el Donbás. Hasta la OCDE, siempre tan parcial, ha tenido que reconocer que
quien más viola dichos acuerdos es Ucrania.
Veamos lo que decía ayer la misión de la OSCE: “se ha constatado
el uso de la artillería por las dos partes. En la región de Donetsk hay
combates en Marinka, Krasnogórovka, Avdétevka, Górlovka y el aeropuerto de
Donetsk". Dicho así, la culpa se reparte, pero lo que no dice la OSCE, aunque lo sabe, es que las cinco ciudades
mencionadas están en manos de las milicias, luego si las milicias responden es
porque alguien ataca. Y ese alguien son los neonazis de Kiev.
Por lo tanto, Ucrania está obligada a reiniciar la guerra
para agitar otra vez el espantajo ruso frente a Europa. Al igual que los
terremotos pueden ser previstos porque antes hay una serie de señales, como
temblores, de mayor o menor intensidad, la guerra puede ser prevista a medida
que se van recrudeciendo las hostilidades, en este caso las agresiones de los
neonazis que ya han llegado a afectar, otra vez, al aeropuerto de Donetsk como
reconoce la propia OSCE.
La importancia que da Ucrania a este aeropuerto tiene que
ver con dos cosas: evitar la consolidación de Donetsk como entidad
independiente e impedir que llegue a través de él ayuda militar rusa. Este aeropuerto
está prácticamente en la línea de separación de unas fuerzas y otras, pero no
ocurre lo mismo con el de Luganks, que está mucho más alejado y en una parte
relativamente segura. Las tropas neonazis fueron desalojadas del mismo en septiembre
de 2014 y desde entonces se ha acometido una ligera reconstrucción para
permitir una cierta actividad, incluso de transporte de pasajeros. El gobierno
de esta república ha anunciado que estará operativo en seis meses, aunque no
podrá acoger vuelos pesados como los de transporte de tropas o de material, por
ejemplo, porque para ello hay que alargar la pista y eso significa disponer de
recursos que ahora se tienen que dedicar a otros menesteres más importantes.
El Lince
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