Todo está perdido, a menos que...
Así terminaba el último escrito. Es una frase que Jean Paul Sartre escribió en el prólogo a "Los condenados de la tierra" de Frantz Fanon. El filósofo francés, el único que ha tenido la decencia, junto al vietnamita Le Duc Tho, de rechazar el Premio Nobel, decía que los europeos -en ese caso como exponentes de la "cultura occidental"- son muy cínicos a la hora de enfrentarse a situaciones que ellos mismos provocan. Coged un ejemplo, cualquiera, y veréis que es así. Pongamos por caso los atentados de París. Decía Sartre que los europeos (léase ahora los occidentales) no son muy dados a reprobar los excesos que se comenten en su nombre y que cuando éstos son muy evidentes y hacen correr mucha sangre, entonces se desautorizan con la boca pequeña. Decía Sartre que el libro de Fanon es importante porque revela a los habitantes del llamado Tercer Mundo, o sea, lo que no es Occidente, que muchos de ellos "todavía están muy occidentalizados" y "son muy dependientes de las metrópolis y sus agentes coloniales". Sartre decía que Fanon tenía razón, que había que romper con eso porque si no era así todo estará perdido, a menos que...
En poco menos de un mes ha habido dos importantes golpes para la pretendida izquierda -sabéis que me niego a utilizar este lenguaje, para mí no son más que otras expresiones de la nueva derecha-, para los pretendidos "gobiernos progresistas": Argentina y Venezuela. No conozco Argentina, pero sí Venezuela y creo que bastante bien. He recorrido todos y cada uno de los barrios de Caracas, he vivido en uno de ellos, Catia; he residido en Carabobo, en Portuguesa, en Barinas, en Mérida, en Zulia...
Fue una larga estancia, de casi un año. Chávez había logrado derrotar el golpe de Estado de 2002, había fortalecido su gobierno tras ganar un referendo revocatorio en 2004 y comenzaba a reorganizar el Estado y a tener peso político en la esfera internacional. En ese momento, el gobierno bolivariano lo tenía todo y la oligarquía estaba tan golpeada y desprestigiada que sólo faltaba un último golpe para que no levantase cabeza nunca. Pero no. Chávez optó por lo que llamó "política de conciliación de clases". Cuando presentó como el gran logro de su "política de conciliación de clases" el acuerdo con un gran terrateniente local de Barinas, por el que se otorgarían a los campesinos algunas "tierras ociosas", es decir, no trabajadas por los terratenientes y, por lo general, las de peor calidad los campesinos se llevaron las manos a la cabeza. Muchas de esas tierras eran tierras del Estado, apropiadas ilegalmente por los terratenientes y que a partir de ese momento eran "legalizadas" por el Estado puesto que se reconocía a los terratenientes su propiedad. Los campesinos protestaron y varios dirigentes campesinos fueron asesinados por sicarios contratados por los terratenientes sin que sus autores intelectuales fuesen jamás molestados.
Hubo más cosas, como la negativa del gobierno a establecer una Agencia Socialista para el Desarrollo Endógeno que rompiese sustancialmente con el modelo burocrático, desarticulado funcional y territorialmente, y que procurase productos demandados por los sectores sociales y no por los terratenientes. Si se hubiese creado se habría logrado evitar en gran parte el desabastecimiento y el sabotaje económico que han mantenido durante años los terratenientes y los oligarcas. Se habría logrado mejorar la producción propia -era muy significativo que un sector de los campesinos reivindicase la soberanía alimentaria, los más críticos, mientras que otros se conformaban con la reforma agraria, los más progubernamentales- y a reducir la importación de alimentos.
Había un persona con la que hablé mucho: Luis Villafaña, "el Negro". Lamentablemente, murió en 2009. "El Negro" era una de las mentes más lúcidas de todo el proceso bolivariano. Mariateguista convencido, maoísta militante, gramsciano crítico. "El Negro" conocía muy bien el Palacio de Miraflores. Y criticaba al círculo de "pretorianos", en el que había no pocos españoles, que no dejaban que fluyese toda la información necesaria a Chávez. Cuando este círculo comenzó a perder poder, Chávez comenzó a hablar de otras cosas, como "la campaña de las 3 R: Rectificación, Revisión, Reimpulso". Pero para entonces Chávez ya estaba enfermo y la campaña, sin el único que podía de verdad impulsarla, se diluyó. "Las 3 R" de Chávez tenían que ir precedidas de una fuerte autocrítica y eso es un factor que muy pocas veces se ha hecho en el llamado "chavismo". "El Negro" Villafaña lo tenía muy claro: "para que la autocrítica sea efectiva tiene que emerger una fuerza interna, como los guardias rojos chinos, y tener el apoyo de un sector de la vieja guardia del partido; pero eso no ha ocurrido nunca en el chavismo".
Hasta donde yo sé, no ha habido un enfrentamiento directo con el por qué de las cosas. Por ejemplo, sobre la guerra económica lanzada por la oligarquía. Ya he comentado antes el tema de la Agencia Socialista para el Desarrollo Endógeno. Si no ha habido voluntad política de poner en funcionamiento cosas así, el tema recurrente del llamado chavismo, la guerra económica, que es evidente ha existido, es parcial. Señalar el árbol antes que ver el bosque.
El ejemplo más claro de cómo se puede afrontar una situación así es Cuba. La isla ha estado enfrentando una guerra económica desde siempre, en especial tras la desaparición de la URSS en 1991. Y ha salido airosa, bien es cierto que con la ayuda, entre otros, de Venezuela. Pero Venezuela apareció en 1999. ¿Qué hizo Cuba entre 1991 y 1999 sin tener los recursos que sí ha tenido Venezuela? Apostar por la firmeza de principios, por la revisión de la estrategia y la puesta en marcha de una combinación de acciones defensivas, políticas y económicas, para mantener la revolución con medios propios, con recursos propios y ser capaces así de resistir primero, y vencer después al enemigo. Y el enemigo de Cuba es el mismo que de Venezuela: el imperialismo estadounidense. Venezuela nunca ha tenido esta firmeza de principios y, por consiguiente, nunca ha tenido una estrategia coherente para derrotar las agresiones políticas y económicas que se han lanzado contra el gobierno bolivariano. De ahí la derrota.
Los problemas económicos de Venezuela son estructurales, pero ahí se va a centrar la batalla. El chavismo sale perdedor, pero la oligarquía -a quien han votado las clases trabajadoras, por cierto, lo mismo que a los neofascistas del Frente Nacional francés- tiene un punto débil que habría que saber aprovechar: su división interna y la incoherencia de sus programas. Corresponde a quienes defienden el proceso bolivariano luchar a brazo partido, sin dejarse influenciar por los "occidentalizados", por los "dependientes de las metrópolis" dentro del chavismo, para preservar sus avances, que les ha habido. Lo primero que hará la oligarquía es aprobar una batería de medidas para eliminar el legado de Chávez. Tengo pocas esperanzas en quienes hasta ahora han gobernado, pero sí bastantes en el pueblo.
Si éste permite que quienes han gobernado se "moderen", refuercen su convencimiento interno de que a quien hay que mirar es a Occidente y sus comportamientos, políticos y económicos, estaremos en la misma situación que en Europa con la llamada socialdemocracia. Entonces todo estará perdido. A menos que...
El Lince
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