La situación era desastrosa, con el Ejército Rojo en retirada, pérdida de gran cantidad de territorio (en algunas zonas los nazis habían avanzado 600 kilómetros en solo seis semanas gracias a su "guerra relámpago") y los alemanes se encontraban a 27 km de Moscú. Todo el mundo apostaba por el pronto abandono de la capital, el pánico se había instalado en algunas zonas de la población puesto que las representaciones diplomáticas se habían comenzado a trasladar hacia el interior de la URSS. Moscú era una ciudad sitiada y a punto de caer en las manos de los nazis.
Pero la dirección soviética dio un golpe de efecto que galvanizó a la población y dio inicio a la victoria sobre el fascismo. Los alemanes habían previsto grandes festejos para el 7 de noviembre de 1941, o algunos días más tarde, puesto que Hitler había ordenado un desfile en la Plaza Roja para visibilizar su victoria. Las tropas alemanas habían sido informadas que tenían que vestir sus uniformes de gala.
Pero antes de amanecer el día 7 de noviembre de 1941 las estrellas rojas de los edificios del Kremlin comenzaron a brillar, mucho antes de lo habitual porque podían ser faros para la aviación nazi.
Sin embargo, los soviéticos contaban con que ese día había baja visibilidad y comenzaba a nevar. El Soviet Supremo había decidido demostrar al mundo la decisión de luchar y, al mismo tiempo, dar una inyección de moral al pueblo. Así que como todos los 7 de noviembre, se celebró el desfile que conmemoraba el triunfo de la Revolución de Octubre de 1917. Participaron en el mismo 24.000 soldados y apenas duró media hora, pero fue el revulsivo que se esperaba para que la resistencia se incrementase. Stalin dio un discurso en el que alentó a la lucha y a liberar no sólo a la URSS, sino a otros pueblos, del fascismo. Terminó con un vibrante "sean dignos de esta misión". Y se inició el desfile.
El discurso y el desfile se retransmitieron en directo por las emisoras soviéticas, los documentales sobre el mismo se emitieron en todas las salas de cine. La población se galvanizó. Moscú iba a resistir y, con ella, la Unión Soviética. Y así fue. Pocas semanas después la gran ofensiva alemana se estrelló contra la férrea defensa de Moscú. Los alemanes habían perdido la batalla, física y moral. Aquí comenzó la victoria sobre el fascismo que se lograría el 9 de mayo de 1945.
"La marcha de las tropas soviéticas fue un reto a los nazis, un desfile de desprecio hacia el enemigo pero, al mismo tiempo, el amanecer de una victoria que todavía estaba muy lejos pero de la que ya existía el presentimiento", como dijo el escritor soviético Vladimir Karpov, participante él mismo en el desfile como fusilero.
El Lince
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