Rosa, que no roja
Ya tenemos otro progre en la presidencia, esta vez en Chile. Eso, en sí, no significa nada aunque ya se oyen las campanas con el soniquete de "vuelve la marea rosa" a América Latina. Rosa, que no roja.
Es obvio que el movimiento se demuestra andando, y que lo que ocurre en el Perú de Pedro Castillo o en la Argentina de Alberto Fernández no es para tirar cohetes, precisamente, porque sus movimientos han sido mucho más a la derecha que a la izquierda y que el rosa ya no es ni siquiera rosa. Es obvio que hay que dar un pequeño margen a Boric antes de saber si el rosa seguirá siendo rosa o termina convirtiéndose en blanco o, como diría Víctor Jara, "ni chicha ni limoná".
Porque junto con el soniquete de estas campanas también se oyen los golpes de pecho por lo que otros "rosas" hicieron antes y lo que dicen que harán ahora si vuelven a gobernar. Es el caso de Lula, a quien se da como virtual ganador en las próximas elecciones presidenciales en Brasil. Y ya veremos si lo es, pero está preparando el terreno de una forma en la que los golpes de pecho son su principal argumento.
Desde la muerte de Hugo Chávez en 2013, América Latina ha ido de capa caída. Dos de sus grandes iniciativas (junto con Fidel Castro) fueron la UNASUR y el Banco del Sur. La otra fue la ALBA, que está en funcionamiento, aunque disminuída.
Ni la UNASUR ni el Banco del Sur se implementaron por falta de voluntad política de quienes tenían que haberlo hecho. Entre otros, por no decir principalmente, Lula. Ambas instancias eran no solo pasos importantes para el desarrollo económico y social de América Latina sino, casi lo más importante, instrumentos imprescindibles para eliminar las dependencias impuestas por el imperialismo y sus tentáculos, como la OEA, el FMI y el BM. Ahí tenemos el caso actual de la negociación entre Argentina y el FMI que va a condicionar, aún más, lo poco que está haciendo el gobierno de Fernández (si es que está haciendo algo).
¿Y quién fue el principal renuente para que estos dos proyectos no pasasen del papel? Brasil. Y ¿quién gobernaba Brasil? Lula. Brasil era el país clave por ser una de las más grandes economías del mundo, pero Lula prefirió jugar con el capitalismo clásico, ser adulado por ellos (como ocurrió en Davos) y no tuvo en cuenta que "Roma no paga traidores". Suena fuerte, pero si alguien traicionó a Chávez y Fidel en su apuesta por la UNASUR y el Banco del Sur fue Lula.
Pues ahora Lula dice que va a hacer lo contrario de lo que hizo. Lula dice que "la primera ola" de esos gobiernos progresistas, de esa "marea rosa" que anuncian los soniquetes de las campanas, fracasó, entre otras cosas, por no desarrollar estos instrumentos y que, en sentido estricto, permitió golpes como el de Honduras contra Zelaya (2009), el de Paraguay contra Lugo (2012) y el que más tarde se dio en Brasil contra Dilma Rousseff (2016) y que llevó a la cárcel al propio Lula.
Los golpes de pecho de Lula se oyen tanto como las campanas: "Sé los errores que cometimos, sé lo ingenuos que fuimos cuando probamos
la alianza. Había una gran desconfianza y había que romperla. No
necesitamos depender de Estados Unidos, la Unión Europea o China”. Y menciona estas dos instituciones, especialmente el Banco del Sur.
Aquí se sitúa el Chile de ahora que, también entonces, fue mienbro de la UNASUR y del Banco del Sur sobre el papel. Si Boric da el paso que dice Lula o se mantiene en lo de sus predecesores es tan o más determinante que las cuestiones internas que quiera o no impulsar. Eso es lo que define un gobierno, la independencia.
Estamos en una fase histórica, otra. Ya lo dijo Marx en "El 18 brumario de Luis Bonaparte": "La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa". La primera vez de la "marea rosa" fue una gran tragedia, espero que esta vez no termine como una miserable farsa.
El Lince
De todos estos vendedores de humo el peor, con diferencia, fue Lula, porque teniendo la capacidad para hacer más no lo hizo. Mal vamos cuando la gentuza de El Pais te ponía como referencia de lo que debía ser la izquierda en América Latina. Argentina y Venezuela tienen dirigencias aún más calamitosas (Maduro está a años luz de Chavez), pero ya hablamos de la segunda oleada. Ahora bien, ¿qué puede cambiar las cosas en esta reedición de viejas traiciones? China. Se mantienen lejos del discurso apologético estadounidense o soviético, pero están dando un ejemplo en las antípodas del que nos regalan EEUU o Europa día a día. Viendo el desastre dejado por Washingtn, su creciente influencia en América sólo puede ser para mejor, y puede alejar a estos centristas con piel de rojos de devaneos con el FMI y otras inmundicias. No, no es suficiente. Pero con la extrema derecha enrabietada en todo el continente (y fuera de él) puede ser la única alternativa que permita ir madurando un movimiento mas concienciado y, sobre todo, más contundente.
ResponderEliminarSaludos
Ya veremos los movimientos del nuevo gobierno chileno, pero efectivamente da poca confianza.
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