1. La preparación del shock. Previo al sabotaje que
estremeció al conjunto del Sistema Eléctrico Nacional, dejando sin luz a
gran parte del país durante los últimos dos días, varios movimientos y
pronunciamientos anunciaban que recurrirían a una acción de fuerza
bruta.
El retorno falsamente épico de Guaidó duró menos de lo esperado en
cartelera, ante la llegada del "presidente interino" no hubo deserciones
críticas en la FANB que mezcladas con una revuelta social generalizada
lo instalara en Miraflores para ejercer el poder. Ese round de
recuperación (su gloriosa llegada a Maiquetía), tras la derrota del 23
de febrero, día en que dio por sentado el ingreso de la "ayuda
humanitaria", no surtió efecto más allá del frenesí temporal de los
medios. En consecuencia, Guaidó volvió al incómodo punto de partida de
hace dos meses. Desgastado por la derrota del 23 de febrero y sin
acciones concretas de mando presidencial que lo catapulten a lo interno,
la orquestación de las siguientes operaciones correría a totalidad por
cuenta de Estados Unidos.
Un excitado como de costumbre Marco Rubio, anunciaba
horas antes
del apagón que los "Venezolanos vivirán la más severa escasez de
alimentos y gasolina", dejando ver que tenía conocimiento de que algún
tipo de shock se suscitaría en las próximas horas. Por su parte, el
gobierno ruso emitió un comunicado alertando que "Estados Unidos está
elaborando un plan de respaldo que trata de introducir en Venezuela
grupos armados ilegales entrenados con el fin de llevar a cabo sabotajes
y actividades subversivas". La guerra sucia en curso fue alertada por
ambos bandos del conflicto geopolítico sobre Venezuela.
La profecía autocumplida de Rubio se hizo realidad en un apagón
generalizado que tuvo un impacto ampliado en la red bancaria, de
telecomunicaciones y de servicios públicos vitales del país (hospitales,
provisión de agua, transporte, etc.), obstaculizando de forma
prolongada su funcionamiento y paralizando las actividades rutinarias de
la población. En resumen, un ataque encubierto al centro de gravitación
del sistema eléctrico venezolano, planificado para agudizar el malestar
social y económico, reflotar la narrativa de "crisis humanitaria" y
"Estado fallido", con la cual esperan reactivar el alicaído liderazgo de
Guaidó.
Pero esta tendencia de apelar a las opciones antipolíticas y de
guerra no convencional cuando los recursos políticos no dan resultados,
no es nueva ni reciente (basta recordar los ataques eléctricos
continuados cuando las revoluciones de color de 2014 y 2017 entraron en
reflujo). A su modo Bloomberg lo insinuó en su último reportaje. El
desgaste de Guaidó, su incapacidad para encabezar un proceso de
transición más o menos serio, despeja el terreno para que los ataques
como los del Guri, la violencia armada, la guerra irregular al estilo
Contra nicaragüense, se conviertan en alternativas "legítimas" y
"urgentes" para confrontar al chavismo. De esas formas de guerra tiene
amplio conocimiento el delegado de Trump hacia Venezuela, Elliott
Abrams, el papá de la guerra mercenaria contra Nicaragua en los 80.
2. Embargo y sanciones: las armas de destrucción masiva. A
las vulnerabilidades históricas de un sistema eléctrico dependiente de
los ingresos de la renta petrolera, se ha sumado una feroz política de
sanciones financieras que ha mermado la capacidad de inversión pública
en ramas estratégicas del Estado. Se contabilizan en 30 mil millones de
dólares el dinero venezolano embargado por Estados Unidos, que
utilizando como herramienta el "gobierno paralelo" de Guaidó, ha dejado
al país sin recursos líquidos para atender las dificultades que
estimulan las sanciones. Mientras tanto, Guaidó usa el dinero embargado,
según él, para cancelar opacamente algunos intereses de la deuda
externa.
El sistema eléctrico nacional ha estado bajo ataque por una mezcla
explosiva entre desinversión potenciada por el bloqueo financiero,
pérdida de personal técnico especializado por la depreciación del
salario y operaciones de sabotaje sistemático, las últimas puestas
siempre en vigor cuando la ofensiva política la recupera el chavismo.
Razón tenía Chris Floyd, autor del libro
The Empire Burlesque en
designar las sanciones financieras como un "holocausto": el empleo de
esta arma de destrucción masiva en países como Irak, Irán y Siria, da
cuenta de que el daño a la infraestructura crítica es similar a una
intensa campaña de bombardeos con misiles crucero.
En tal sentido, el apagón es una extensión del embargo contra
Venezuela, de la política estadounidense de restringir importaciones,
bloquear cuentas y obstaculizar el acceso a dinero líquido en el mercado
financiero internacional y en su propio mercado petrolero, prohibiendo
el pago de las exportaciones a Venezuela. El apagón también es una
metáfora del estado de sitio en el cual se mantiene al país y cómo el
bloqueo financiero, que obstaculiza el uso de dinero para recuperar un
ya debilitado sistema eléctrico nacional que sostiene la actividad
petrolera y económica del país, es el sustituto de las armas bélicas.
3. La modalidad del golpe cibernético y crimen de lesa humanidad.
En un primer momento, y así lo haría saber Guaidó con su llamado a un
"paro nacional" el pasado martes frente a algunos sindicatos de la
administración pública, una acción de fuerza vendría a precipitar esa
parálisis anunciada. La modalidad de fabricar una situación de colapso,
como cuando
la plataforma de pagos Credicard,
en 2016, anuló su sistema para interrumpir todas las actividades
comerciales y económicas del país, esta vez fue ejecutada ampliando su
radio de afectación.
Y es que la carga de estrés y descontento que se busca inducir en la
población, a modo de combustible para estimular una situación de
anarquía generalizada, que de alguna manera pudiera ser canalizada en
protestas violentas a favor de Guaidó, indica que la estrategia de caos
(mediante sabotaje cibernético y artesanal focalizado hacia
infraestructuras críticas que hacen funcionar al país) es utilizada como
herramienta de shock masivo con el objetivo de desgastar a la
población. La operación no es solo de guerra eléctrica, pues sus
consecuencias cubren todas las actividades rutinarias de la sociedad
venezolana, a la cual se le obstaculiza el acceso a los alimentos, al
servicio hospitalario y a las comunicaciones básicas. Los focos
violentos que buscaron prender se extinguieron rápido ante un clima de
agotamiento colectivo que esperaba la llegada de la electricidad.
Un crimen de lesa humanidad visto a la luz del Estatuto de Roma y de
la legislación internacional, en tanto se busca la destrucción física de
un grupo poblacional utilizando como armas de guerra los elementos
básicos de su subsistencia.
Marco Rubio y Mike Pompeo reaccionaron de forma jocosa ante el
apagón imprimiéndole una carga de humillación y sadismo que refleja con
exactitud las motivaciones y la estrategia de fondo del golpe contra
Venezuela: a medida que el "plan Guaidó" falla en sus objetivos de
alcanzar la fractura de la FANB que deponga a Maduro, la población civil
(sin discriminación ideológica) asciende a víctima de primer orden de
las continuas agresiones militares encubiertas que encabeza Estados
Unidos.
Este golpe cibernético contra el sistema eléctrico nacional implica
una agresión militar de facto, una extensión de la ocurrida en la
frontera colombo-venezolana el 23 de febrero.
4. No es un fin en sí mismo: condiciones para la guerra irregular. Desde
el regreso de Guaidó su proyección en medios se ha vuelto marginal.
Esta premeditada reducción de su visibilidad, contrasta con el peso cada
vez mayor que tiene en cuanto a la orientación del cambio de régimen el
Comando Sur, John Bolton, Marco Rubio y Mike Pompeo. En tal sentido,
los efectos nocivos del apagón encajan a la perfección con la narrativa
de "crisis humanitaria", bajo la cual el Comando Sur y la ultra derecha
venezolana, desde 2016, movilizan la "urgencia" de activar un
dispositivo de "intervención humanitaria" que neutralice la prohibición
del Congreso estadounidense, del Consejo de Seguridad de la ONU y del
consenso pragmático por la no intervención que se ha gestado en
Latinoamérica.
Sin embargo, el apagón como tal no es un fin en sí mismo. En un nivel
operativo, pareciera más bien, sobre todo por el blackout que generó la
interrupción del sistema eléctrico, que se trata de una maniobra para
agudizar las vulnerabilidades del país y medir la capacidad de respuesta
militar de los sistemas defensivos de la República de cara a una acción
militar irregular y mercenaria, que aprovecharía el contexto de bloqueo
informativo para encubrir incursiones armadas, su mapa operacional y a
los responsables directos en el terreno.
Por ende, a nivel del teatro de operaciones de la guerra contra
Venezuela, el apagón se traduce en la generación de un panorama difuso y
de confusión que favorecería la ejecución de operaciones de bandera
falsa, incursiones paramilitares y otras acciones violentas que
precipiten un estado de conmoción generalizado, que pueda ser presentado
como el hecho desencadenante de una intervención militar preventiva,
sea para "estabilizar al país por la crisis humanitaria" o para "salvar a
los venezolanos de una situación de Estado fallido" en "crisis
humanitaria". En ese marco narrativo, Julio Borges, Antonio Ledezma,
Juan Guaidó y el gabinete de la guerra contra Venezuela en Washington,
se dan la mano y trabajan en conjunto amparados bajo la doctrina del
caos controlado de factura estadounidense.
Con el apagón buscan darle concreción física a la "crisis
humanitaria", ya no sólo a nivel propagandístico, sino aprovechando las
bajas humanas y complicaciones de distinto orden que ha generado la
operación de sabotaje.
5. Características de la agresión. Esta vez no hubo
un ataque a subestaciones o a líneas de transmisión eléctrica, como se
había ensayado en distintas ocasiones, según manuales de sabotaje de la
CIA contra la Nicaragua sandinista de los 80, ya desclasificados.
Cabe acotar que el software usado (llamado Scada) en el Sistema de
Control Automatizado (SCA) que operativiza el funcionamiento de los
motores es el creado por la empresa ABB, que desde hace años no trabaja
en el país. Esta empresa ABB, que en Venezuela trabajó como Consorcio
Trilateral ABB (ABB Venezuela, ABB Canadá, ABB Suiza), diseñó un
proyecto de modernización del Guri
a finales de la década pasada, durante el gobierno de Hugo Chávez, en
el que describe a profundidad tanto el sistema atacado como la
organización básica del Guri.
El analista geopolítico Vladimir Adrianza Salas, en
entrevista con TeleSur,
relaciona el ataque con el consorcio. Explicó que el embalse del Guri
"requiere un sistema de control que técnicamente se llama 'sistema
scada', el cual no es otra cosa que un sistema de supervisión, control y
requisición de datos que permite, desde la perspectiva informática,
controlar todos los elementos de generación de energía. Si saboteas
esto, saboteas el funcionamiento. Pero para sabotear esto necesitas dos
cosas: o debes tener acceso desde afuera o debes tener complicidad
interna para modificar los procesos".
Precedentes de este tipo se encuentran en países atacados o
presionados directamente por Estados Unidos, como Irak y el Líbano,
donde los apagones han sido sistemáticos y de forma consecutiva, uno
tras otro durante decenas de horas. Las "réplicas" en la interrupción
del suministro de energía responderían a estas secuencias de ofensivas
que ya han sido experimentadas en otros contextos de guerra asimétrica e
irregular.
La creación de ejércitos de hackers y de materiales de ciberguerra
por parte de la CIA y la NSA ha sido documentado por esta tribuna:
reseñamos
un documental en el que explicaba el origen del virus Stuxnet, por el
que se debe señalar los pasillos de estas agencias de inteligencia
estadounidenses. Aquel instrumento de ciberataque tuvo como objetivo
tanto el sabotaje en las instalaciones de investigación nuclear en Irán
como el fin de instalar un cuadro circunstancial que pudiera concluir en
un ataque a la red nacional automatizada iraní de electricidad (sistema
análogo al del Guri), en caso de guerra declarada entre Washington y la
República Islámica.
El presidente Nicolás Maduro, en horas de la tarde noche del 9 de marzo,
aseguró
que este el más grande ataque contra Venezuela en los últimos 200 años
republicanos, luego de que se extendiera, de manera intermitente, el
ataque al sistema eléctrico nacional a las 60 horas.
6. Frenar las tendencias de recuperación. El apagón
ocurre en medio de tendencias en la recuperación a distinta escalas, a
nivel económico, una baja de los precios en alimentos sensibles ha
reducido la crispación de principios de año, mientras que a nivel
financiero la reestructuración del mercado cambiario ha logrado contener
una de las variables de la inflación inducida: el aumento del precio de
las divisas en el mercado negro. Estas tendencias han favorecido a la
estabilidad política del país, en medio de agresiones no convencionales y
amenazas de intervención militar, quitándole a Guaidó no sólo poder de
convocatoria, sino capacidad de maniobra para capitalizar el malestar
generalizado provocado por las sanciones.
Así, el apagón busca frenar estas tendencias de recuperación social,
política y económica, agravando mediante un boicot generalizado los
medios de pago, el acceso a los alimentos y a los hospitales y el
desenvolvimiento normal de la sociedad venezolana. De igual forma, la
agresividad del ataque tiene como objetivo debilitar la producción
petrolera e industrial del país.
7. La conciencia del país (recordar 2002-2003) y el pulseo de la intervención. Así
como en 2002, la población venezolana ha vivido una prueba de fuego
generalizada. Una operación de sabotaje dirigida a precipitar un caos
generalizado, que ponga en riesgo la salud y la alimentación de la
gente, la actividad económica del país, sus telecomunicaciones y
nuestras rutinas más básicas, nos retrotrae al paisaje del sabotaje
petrolero de los años 2002-2003, donde la oposición de ese momento, los
mismos que gestionan una intervención junto a Estados Unidos y Colombia,
ejecutaron un estado de sitio paralizando la industria petrolera.
La reacción de la población, atacada psicológicamente durante los
últimos años con el fin de estimularla a una guerra civil que posibilite
una intervención, ha sido adversa al cálculo del sabotaje. Se ha
impuesto la calma, el empleo de reverberos en los edificios y barrios
para cocinar, la movilización de los recursos físicos del país para
atender las emergencias más apremiantes; pero sobre todo la vocación
generalizada del país de no caer en una provocación que busca desembocar
en una confrontación civil y armada. La violencia fue derrotada como en
2002-2003, ese paisaje que marca nuestra historia contemporánea hoy
ofrece la lección de que tras una prueba de fuego superada, donde la
brutalidad del golpe es de impacto masivo, la cohesión del pueblo se
reafirma.
Al cierre de esta publicación, Juan Guaidó intenta canalizar el
impacto del apagón para "declarar una emergencia extraordinaria" en la
Asamblea Nacional, porque según él "llegó el momento de dar el paso",
coqueteando con la idea de usar la Constitución para legitimar una
intervención. Justamente en esa orientación a modo de cierre del ciclo
del sabotaje, puede verse que el fin del apagón intenta fabricar las
condiciones de anarquía, caos y ausencia de servicios vitales, para
presionar por una "intervención humanitaria" en suelo venezolano, con el
beneplácito de la Asamblea Nacional y la "coalición de países"
latinoamericanos, prestos a una acción de fuerza, que está armando John
Bolton.
Esa presión, sin embargo, es específica y escalonada. Ante la llegada
de la misión técnica de la Alta Comisionada de DDHH, el apagón buscará
ser canalizado hacia un engorde del expediente de la "crisis
humanitaria" en Venezuela, que bien agenciado y promovido en los medios,
pueda resultar en un cambio de posturas a nivel de la región, de la
misma ONU, del Congreso estadounidense, sobre la "urgencia" de una
acción de "socorro humanitario" solicitada por el "gobierno paralelo".
Una maniobra que baja el telón para Guaidó, quien preso de un plan
mal concebido y dependiente de la cadena de mando del gabinete de
la guerra contra Venezuela en Washington, debe ser sacrificado en
función de abrirle a la guerra. Imagen lo suficientemente convincente
del sacrificio, es que un política use una palanca del poder del Estado,
en este caso la Asamblea Nacional, para legitimar una intervención
militar extranjera. Un suicidio acompañado por sectores de la ultra
caraqueña, hijos directos de los primeros colonizadores españoles, que
claman por que se active la Responsabilidad de Proteger (R2P) que
destruyó Libia, Kosovo, Irak, y otras regiones que Estados Unidos ha
saqueado para mantener su estatus de potencia.
Pero el apagón debe ser otra lección, y debe obligarnos a mirar en
los códigos sociales y hábitos colectivos y de solidaridad que
emergieron en 2002-2003, nuestras armas como comunidad histórica y
espiritual a disposición para mantener el hilo de vida de la historia
patria.