El teatro y las bambalinas
El teatro nos entretiene, aunque cuente cosas basadas en la realidad. Es lo que vivimos permanentemente en nuestras sociedades, como acaba de ocurrir en el estado canalla (más conocido como España) cuando "el gobierno más progresista de la historia" (sic) tiene que ser salvado por los neofascistas para aprobar el plan de "ayuda" post pandemia que ofrece Bruselas pero, eso sí, siempre y cuando se implementen sus condiciones que no son otras que las habituales: destrucción de lo público en beneficio de lo privado. Algo ya sabido desde hace tiempo pero que a los "progres" habituales les importa un rábano.
Como actores que son -aunque ignorantes- viene al pelo recordarles lo que comentaba un grande como Edward Said (palestino, por si desconocen quién era) cuando decía en su imponente "Cultura e imperialismo" que vivimos en un mundo no solo de mercancías sino de representaciones y que estas son el elemento mismo de la cultura en la que nos movemos y que esto no es otra cosa que "imágenes discursivas que el poder crea sobre el pueblo colonizado". Como palestino, sabía de lo que hablaba sobre todo después del gran trágala de los Acuerdos de Oslo (que fueron en 1993 y el libro lo escribió ese mismo año).
Porque colonizados lo estamos, y quienes planteamos otra cosa somos una especie de "desviados de la normalidad" (Said) o sectarios, o trasnochados, o... Ellos pueden hacer de todo y tienen todos los medios para representarlo (representaciones) con lo que nos entretienen y así estamos tranquilos, entretenidos y no nos preocupamos por otras cosas. Y no es que ese apoyo neofascista al "gobierno más progresista de la historia" (sic) haya sido accidental, sino concreto y meditado. Tanto que "el gobierno más progresista de la historia" (sic) no dudó en felicitar a los neofascistas y agradecer este apoyo. Y en este entretenimiento llevamos una semana.
Justo el tiempo que estuvo el Foro Económico Mundial en Davos lamiéndose las heridas por el fracaso del capitalismo. Me explico: el año pasado todo eran campanas al vuelo con aquello de "capitalismo para todos" pero llegó la pandemia, el dejar al capitalismo desnudo y ahora esos sesudos escritores de las obras de teatro con las que nos entretienen dicen que han aprendido y que va a haber el "gran reinicio" del capitalismo en el que todos vamos a ser buenos y ellos van a trabajar para "una sociedad más inclusiva y cohesiva". Tal vez un primer acto lo acabamos de ver con lo del apoyo neofascista al "gobierno más progresista de la historia" (sic). Ya se sabe que los autores suelen escribir un primer libreto antes del final y que en muchas ocasiones ven la representación de su obra tras las bambalinas para comprobar la actuación de los actores.
En Davos se ha oído una especie de recopilación de "grandes éxitos" para el musical capitalista, pero ninguno de ellos ha sido occidental. Y cuando lo ha sido, han sido cantautores casi contestatarios o que se han pasado a la crítica abierta porque, ahora, es la moda. Como era previsible, los éxitos han venido de la mano de China y, sobre todo, de Rusia.
El discurso de Xi Jinping se situó en el multilateralismo y, lo novedoso para Davos, en la defensa de la salud pública. Ni qué decir tiene que arremetió contra "la nueva guerra fría" de Occidente y contra el gusto occidental por las sanciones contra quienes tienen un modelo social, político o económico diferente al occidental ("los desviados" de Said).
El de Putin fue casi en la misma línea, aunque más audaz porque se situó claramente entre Keynes y Marx. Solo falta que lo aplique en Rusia, por supuesto, pero un éxito es un éxito y hace que sea pegadizo: "el principal problema es la creciente desigualdad, que ha dejado de ser un problema del Tercer Mundo para llegar a los países desarrollados" (...) "y los únicos beneficiarios de esta situación son las grandes empresas supranacionales pertenecientes al mundo euroamericano, pero esto no repercute positivamente en la vida de Europa y América, donde también hay cada vez más pobreza y estratificación social". Y el riff de guitarra que acompaña a la letra y que hace que el éxito sea pegadizo: "la intervención del Estado del lado del pueblo contra las corporaciones es lo único que puede salvar a la humanidad en general y a la clase media del mundo civilizado en particular".
Con estos antecedentes, difícil se ha puesto la lista de éxitos para los occidentales, aunque ha habido buenos intentos por parte de Francia y Alemania.
Macron ha sido el más incisivo. Ya lo hizo hace un año cuando dijo eso de que la OTAN estaba en situación de muerte cerebral y ahora ha vuelto a sorprender. Otro sencillo en un disco clásico, pero ahí está: "el modelo capitalista ya no puede funcionar". ¡Diablos! ¿un chico Rothschild diciendo eso? Pues sí, aunque es un pequeño engaño: "El capitalismo y la economía de mercado ciertamente no se pueden liquidar rápidamente, ya que han sacado de la pobreza a muchos millones de personas y han ofrecido acceso a bienes y servicios de una manera sin precedentes, al mismo tiempo, sin embargo, han expulsado del ciclo productivo otros cientos de millones de ciudadanos que han tenido que sufrir choques económicos vinculados a las deslocalizaciones, han perdido sus puestos de trabajo y sienten que han perdido su utilidad”. Es el impulso del "gran reinicio", el capitalismo con rostro humano que ahora quiere retomar Davos.
Porque cuando se está al borde del abismo, como lo está el capitalismo, hay que rescatar algunos conceptos "de izquierda" o, al menos, socialdemócratas. Porque tal vez por la mala conciencia cuando se cumple un nuevo aniversario del asesinato de Rosa Luxemburgo y de Karl Liebknecht en Alemania (15 de enero), se oyeron temas menores como el de Helge Braun, asistente de Merkel, cantando "el freno de la deuda no puede ser respetado los próximos años, es razonable estabilizar el gasto social hasta 2023 y evitar un aumento de impuestos" o el de Úrsula von der Leyen (presidenta de la Comisión Europea) criticando al neoliberalismo por las "plataformas de desigualdad en las que se mueven muchas empresas".
Dudo mucho que los "progres" habituales oigan los éxitos chinos y rusos, pero a buen seguro sí oyen los sencillos franceses y alemanes. Ya oigo su tarareo de estos éxitos para acompañar su escuálidos discursitos envueltos en sus resacas gubernamentales y casi casi mirar sin rubor posters de Lenin hablando a los bolcheviques en Moscú en 1917. Tienen el papel secundario en el teatro, tal vez el de mendigos en la corte de los ricos, pero tararearán los éxitos que hablan de revisar los mecanismos capitalistas y engrasarlos mejor "para todos y todas".
El Foro Económico Mundial ha terminado y la crema de la crema del capitalismo global (sin olvidar Bilderberg) ha intentado ser un poco más humilde y tapar las lagunas del sistema capitalista. Aunque no piensan compartir el botín con nosotros, los miserables, nos han dejado unos cuantos éxitos para que los podamos tararear como sensación importante, como representaciones teatrales evanescentes mientras siguen escribiendo los libretos tras las bambalinas.
Desde luego, estaríamos locos si tomamos estas canciones al pie de la letra porque solo buscan las representaciones, con algunas reparaciones, cuando lo que el mundo necesita es un cambio total. Ahora se percibe el daño que causa el capitalismo, se ven los síntomas en las ciudades occidentales, en los "países ricos". No hay nada reformable en quienes consideran las muertes por hambre o enfermedad como un daño colateral, pero soportable, del sistema capitalista. Pero no cabe duda que tienen miedo, mucho miedo y que estamos en una mejor situación que hace un año. A ellos les queda clara la insostenibilidad del sistema actual, a nosotros debería ocurrirnos lo mismo. Incluso a los "progres".
El Lince