El fascismo avanza en Europa. Es una realidad. Bien en sus formas clásicas (como Ucrania) o bien en sus modalidades más "modernas" y "democráticas" como en Grecia, Francia, Finlandia, Polonia, Lituania, Estonia... El último ejemplo lo tenemos en Alemania, la cuna del nazismo.
La semana pasada Alemania aprobó una ley que prohíbe las huelgas organizadas por los sindicatos no integrados en las grandes confederaciones tradicionales, vamos, lo que la muy democrática Europa llama "sindicatos mayoritarios", los vinculados siempre al poder. En Alemania hay un gobierno de coalición entre los cristiano-demócratas (CDU/CSU) y los social-demócratas (SPD). El ministro de Trabajo es un socialdemócrata y ha sido quien ha promovido la ley, que tuvo esta votación en el Bundestag, el Parlamento alemán. Los Verdes (Grüne) no fueron capaces de votar en bloque y cinco de sus miembros se abstuvieron. Y es que hace mucho, muchísimo tiempo, que Los Verdes, supuestos ecologistas, dejaron de ser siquiera progres.
En virtud de esta ley, los sindicatos autónomos quedan penalizados en su labor con el argumento de que "no pueden paralizar al país con huelgas". La ley se elaboró deprisa y corriendo porque un sindicato ferroviario había logrado paralizar Alemania con una huelga de varios días. Era la octava manifestación de fuerza en un conflicto que lleva ya diez meses sin que la patronal haya hecho el más mínimo gesto de acercarse a las reivindicaciones de los trabajadores.
El ministro socialdemócrata justificó su ley diciendo que la huelga "pone a Alemania en riesgo como sede económica y empresarial". Y ponía en su boca las mismas palabras que dicen los empresarios alemanes: "la huelga provoca una pérdida diaria de 27 millones de euros". Os lo traduzco porque como está en alemán, no lo entenderéis: si el empresario pierde es malo para el país; si pierden los trabajadores, que se jodan.
Bajo la apariencia de democracia, Europa se va escorando cada vez más hacia el fascismo. Con medidas como ésta, lo siguiente será negar la negociación colectiva (como ya se ha hecho en varios países europeos, entre ellos el Estado español-España), negar el derecho a la huelga y sostener y reforzar a unos "sindicatos mayoritarios" que hace mucho, muchísimo tiempo, han dejado de ser sindicatos para convertirse en simples gestores del capitalismo. Supongo que no hará falta poner nombres, que cada quien que lea ésto, desde el país que sea, podrá poner sus propios nombres.
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Frente al ascenso del fascismo hay pueblos que no sólo resisten, sino que también avanzan en su nivel de conciencia y de organización. En las elecciones que se celebraron ayer en el Estado español-España aposté por la CUP catalana, única organización política que merece mis respetos. No niega ni lo que es ni lo que pretende, una ruptura con el sistema capitalista y patriarcal.
Los medios de propaganda están resaltando que "la extrema izquierda" de la CUP puede condicionar la gobernabilidad del Ayuntamiento de Barcelona, donde ha conseguido tres concejales y 51.889 votos. Puede que sí o puede que no, pero lo que sí está claro es que cualquier acuerdo que se plantee a la CUP será decidido, como siempre, por las bases en asamblea.
La CUP ha conseguido 4 concejales en Girona, 2 en Tarragona y otros dos en Lleida. Para los de fuera, estas son, junto a Barcelona, las cuatro capitales de provincia catalanas. El aumento de la CUP ha sido espectacular, pasando de 101 concejales que tenía en 2011 a los 372 concejales que tiene ahora. Esta es "la extrema izquierda" que asusta al sistema. Llámese como se llame quien ostente la representación.
El Lince
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