sábado, 4 de junio de 2016

La extrema izquierda

Ahora es el calificativo que está de moda. En el Estado español (España, para otras latitudes) se dice que los muy modositos de Unidos Podemos son "extrema izquierda". En Francia, donde las movilizaciones contra la destrucción de los derechos laborales de los trabajadores han entrado en su cuarto mes, la dirección del sindicato CGT es "extrema izquierda". Conservadores y socialdemócratas, o sea, la derecha y la otra derecha, comparten el mismo discurso. Y ahora en su auxilio ha salido a relucir la organización fascista Frente Nacional, que se abona al mismo y añade que "la extrema izquierda defiende la obsoleta lucha de clases".

He aquí el quid de la cuestión. Abandonada toda cuestión ideológica en aras de unos cuantos votos, eso del discurso de "ya no hay ni izquierdas y derechas", son los fascistas los que de nuevo hablan claro: sí, los sindicalistas franceses que están poniendo contra las cuerdas a todo el sistema, desde el político hasta el económico y mediático, reivindican la lucha de clases. Ya os dije que siento sana envidia al ver cómo se responde en Francia y cómo aquí no se ha sido capaz de nada más que de levantar unas cuantas manitas. La derogación de los derechos laborales que es combatida en Francia es la misma que se llevó a cabo en España, la misma que se lleva a cabo en Bélgica, la misma que se lleva a cabo en Italia, la misma que está dispuesta a poner en marcha la Grecia del muy "progresista" Syriza...


En toda Europa, en todo el mundo, la lucha de clases está más vigente que nunca. El capitalismo la está ganando de forma abrumadora. En el caso de Francia, con la nueva Ley del Trabajo que es contestada por la CGT y otros sindicatos, se pone fin a los convenios colectivos ¡que están vigentes desde 1936! y que equilibran un poco el poder de trabajadores y empresarios. La idea del capitalismo es clara: volver a los tiempos de la esclavitud, convertir a los trabajadores en simples individuos agradecidos a la bondad del patrón. Todas las medidas previstas en la nueva ley de Francia están orientadas a incrementar más precariedad para los trabajadores, más contratos flexibles para "reducir el costo de la mano de obra" con el fin de engrosar las ganancias financieras y los dividendos de los accionistas de las empresas.

Hoy en Europa, la derecha y la otra derecha (antes llamada izquierda) acatan sin rechistar las famosas "directivas" de la Comisión Europea. Bastaría un simple ejercicio de labor intelectual para darse cuenta de qué poderes forman esta Comisión Europea y a qué intereses sirven: las grandes empresas, esas que no pagan impuestos o lo hacen en cantidades ridículas; a las empresas transnacionales. El objetivo del capital financiero es eliminar todos y cada uno de los derechos sociales que se vio obligado a conceder mientras existía la URSS. La URSS ya no existe y esos derechos son prescindibles, y eso se tiene que traducir en el cambio de legislación en cada país miembro de la Unión Europea. Es lo que ha venido pasando en toda Europa y Francia es ahora la última trinchera. Ya lo dijo muy gráficamente uno de los principales multimillonarios del mundo, el estadounidense Warren Buffet: "la guerra de clases existe; es mi clase, la de los ricos, la que la está haciendo y la estamos ganando".

Durante los cuatro meses de movilizaciones en Francia se ha llamado de todo a los sindicalistas y a quienes siguen combatiendo en las calles. No ha funcionado. Ni siquiera la acusación de "terrorismo social" por haber bloqueado gasolineras y parado centrales nucleares. Ahora surge la acusación de "extrema izquierda". Tampoco va a funcionar, pero sirve para intentar dividir a los timoratos y pusilánimes, esos que sonríen cuando el poder les adula diciendo que son "la izquierda sensata". También se lo dijeron al PT de Brasil durante 10 años, tiempo en el que el PT destruyo y cooptó casi todo el tejido social y cuando ya dejó todo ello de ser una amenaza el poder -que no es lo mismo que el gobierno- se deshizo del PT destituyendo a Dilma Rousseff.

Durante los cuatro meses que se lleva ya de lucha la movilización no se debilita. La magnitud de la ira que hay en Francia va mucho más allá de "la extrema izquierda". ¡Ojalá "la extrema izquierda" tuviese esta fuerza! Todos estos payasos, la derecha y la otra derecha (antes llamada izquierda), hace años que no saben lo que se dice en los talleres, en las oficinas, en los bares. Es hartazgo, un hartazgo que no se ha sabido canalizar desde la pretendida izquierda (el Partido Comunista, integrado en el Frente de Izquierdas, acaba de hacer un llamamiento a la negociación, no a la derogación de la ley que es lo que piden los sindicalistas) y que hasta que ha estallado la calle sí había sabido recoger el fascismo del Frente Nacional.

Pero las máscaras caen y el Frente Nacional se pone del lado en el que siempre ha estado, del lado del capitalismo. Como muy bien dijo Jorge Dimitrov en 1935, el fascismo no es un poder que está situado por encima de las clases, ni de la pequeña burguesía, ni del lumpen proletariado. El fascismo es un poder del propio capital financiero. Ahora es ya la última baza que le queda a la oligarquía financiera francesa para intentar controlar la revuelta.

El fascista Frente Nacional, segunda fuerza electoral y que ha estado muy cerca de hacerse con la presidencia, ha hecho un llamamiento a hacer frente a "la extrema izquierda" porque "no tiene reparos en hacer más difíciles las condiciones de la vida diaria". Unas condiciones que, por supuesto, no son consecuencia del capitalismo sino que han surgido como las setas, por generación espontánea, como es bien sabido.

El gobierno francés, que recuerdo es del llamado Partido Socialista, ha aplaudido al Frente Nacional por su muestra de "responsabilidad". El partido que se ha convertido en un referente del fascismo en Europa, el Frente Nacional, ve ahora cómo se pone en cuestión todo su andamiaje de "defensa de los derechos sociales frente a los designios de Bruselas" -el gran eje sobre el que ha pivotado su ascenso- bajo el impacto de una movilización popular que está comportándose como una gran ola, barriendo todo a su paso. El llamado Partido Socialista está hoy por los suelos, hundido social y políticamente. El Partido Comunista es una caricatura de sí mismo, haciendo llamamientos a la concordia y a la negociación. Sólo quedaba el Frente Nacional y la ola de rabia/cólera popular le ha dejado desnudo.

La "extrema izquierda" de Francia ha vuelto a poner de relieve la experiencia histórica: toda barricada tiene dos lados. Como muy bien dijo Karl Liebknetch, cuando uno se encuentra al lado de un reaccionario lo primero que tiene que hacerse es una autocrítica y preguntarse ¿qué hago yo aquí con éste? En Francia ya se están haciendo la misma pregunta. Tal vez se pierda la lucha, pero el cuestionamiento del fascismo que representa el Frente Nacional es ya de forma clara un triunfo de "la extrema izquierda".

El Lince

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