Occidente inició la destrucción del mundo en 2001 con el ataque a Afganistán bajo el paraguas de "lucha contra el terrorismo". Amplió esa destrucción con la invasión y ocupación neocolonial de Irak en 2003. Antes había destruido estados como Yugoslavia (1999) y atacado a China (bombardeo de la embajada de este país en Belgrado). Fue como un pequeño aperitivo. El entonces secretario general de la OTAN, el socialdemócrata español Javier Solana, acuñó la famosa frase de "daños colaterales" para referirse a las víctimas civiles que provocaban las bombas de la OTAN.
Con esa frase no se contaban los muertos que provocaban ellos, los "demócratas" de la OTAN. No se contaron los muertos en Afganistán. No se contaron los muertos en Irak. No se contaron los muertos en Libia, otro país que fue destruido en 2011. Sí se han contado los muertos en las cuatro agresiones de Israel contra la Franja de Gaza en los últimos ocho años, pero ha sido como contar las gotas de lluvia en una ventana, las ves, pero las dejas correr. No han provocado ni un minuto de silencio en partidos de fútbol, nadie ha puesto velas en su memoria, nadie ha iluminado con los colores palestinos (o afganos, o iraquíes, o libios) los principales monumentos.
Pero sí se cuentan los muertos en Siria, todos achacados al gobierno de Al-Asad. Pero sí se habla genéricamente, sin contar, por supuesto, de "las víctimas civiles" provocadas por los bombardeos rusos en Siria.
Ahora dice Francia que ha bombardeado Raqqa, la llamada capital del llamado Estado Islámico. Pero nadie ha contado "las víctimas civiles".
Ahora todo el mundo dice que hay que combatir el terrorismo, ese terrorismo que Occidente ha armado, financiado y amparado durante años, decenios. Ahora firman una declaración solemne en la que dicen que el llamado Estado Islámico es terrorista, que el Frente al-Nusra es terrorista. Pero resulta que esto mismo, con estas mismas palabras, ya se recogía en la Resolución 2170 del Consejo de Seguridad de la ONU del 15 de agosto de 2014 y que los países occidentales, demócratas donde les haya, se pasaron por el forro y se limitaron a mirar para otro lado mientras seguían manteniendo su apoyo y financiación a estos grupos. Entre otros países, Francia, cuyo ministro de Asuntos Exteriores, Laurent Fabius, alabó públicamente al Frente Al-Nusra porque había hecho "un buen trabajo sobre el terreno".
Ahora Francia va a presentar en el Consejo de Seguridad de la ONU una propuesta de resolución de condena del terrorismo, con mención expresa al llamado Estado Islámico.
Francia y todos los países occidentales no se han recatado en considerar "terroristas" a organizaciones como Hizbulá, Hamás o los kurdos, por hablar sólo del Oriente Próximo y Lejano. Eso de Oriente Medio es una estupidez yanki que no debemos tener en cuenta desde el Estado español (España, para otras latitudes). Para ellos tal vez sea algo que está en el medio, pero para nosotros es algo que está próximo. Así que poned a funcionar la cabeza de una vez y comenzad a despreciar este tipo de expresiones yankis que conllevan, también, una determinada forma de pensar. Aunque sólo sea por higiene mental.
Francia amplía el estado de emergencia. Es decir, dota de nuevos poderes a la Policía y al Ejército, que ya fueron ampliados con la Ley de Terrorismo de otoño 2014 y la Ley de Inteligencia de abril de este año. O sea, el neofascismo está viendo este tipo de atentados como claras oportunidades para socavar todas las libertades civiles que tanto dice defender. Lo mismo que hizo EEUU tras el 11 de septiembre de 2001 con la llamada Ley Patriota. Es la locura del neofascismo que se está extendiendo por toda Europa y del que os vengo hablando desde hace tiempo.
En Francia el estado de emergencia, con la reducción drástica de las libertades fundamentales que tanto dice defender como "estado democrático", sólo se ha aplicado cinco veces tras la finalización de la II Guerra Mundial, cuatro de ellas en el contexto de las guerras coloniales que mantuvo este país, tres veces con Argelia y una con Nueva Caledonia. La última fue en 2005 tras unos disturbios civiles como consecuencia de la crisis económica.
Ahora se argumenta la amenaza terrorista. Y, como ya planteó EEUU en el 2001 con Afganistán, se quiere extender a todo el mundo. Comenzando por Siria. Y se busca el amparo de la ONU, algo que no hizo EEUU. Pero hay gato encerrado.
Por eso es de agradecer, otra vez, la cordura que ha mostrado Rusia. Frente a tanta alharaca, Rusia ha manifestado que no considera organizaciones terroristas ni a Hizbulá, ni a Hamás ni al Partido de la Unión Democrática kurdo-sirio (PYD). Rusia sabe de qué se está hablando y cuando sale a la palestra diciendo ésto es que sabe que se intenta meter en el mismo saco a estas organizaciones que al llamado Estado Islámico. De hecho, para Occidente estas organizaciones ya son "terroristas", ahora lo que se busca es que lo sean para todo el mundo. Este es el gato encerrado que hay dentro del saco de la propuesta francesa.
Como se dice en el Estado español, "a aguas revueltas, ganancia de pescadores". Es decir, aprovechando la conmoción de los atentados de París, los occidentales, con Francia a la cabeza, quieren meter en el mismo saco de "terroristas", de forma oficial, es decir, bajo el paraguas de la ONU, y equiparándolas al llamado Estado Islámico, a organizaciones como Hizbulá, Hamás o el PYD porque todas están en Siria. Hamás no combate en Siria, y ha pasado de criticar al gobierno sirio y de romper relaciones con él a volver a normalizar las relaciones. Hizbulá sí combate con el gobierno -Siria no hubiese aguantado tanto tiempo la agresión sin el apoyo de Hizbulá- y el PYD claramente refuerza su posición en la zona kurda, limítrofe con Turquía -y ésto es algo que pone de los nervios a Turquía por la conexión del PYD con el PKK-, manteniendo una actitud casi neutral y co-existiendo con el gobierno sirio en numerosas localidades.
La iniciativa francesa tiene como finalidad anular una propuesta que Rusia presentó hace semanas también en el Consejo de Seguridad de la ONU y en la que se incluía el nombre de los "buenos chicos" sirios, de las organizaciones moderadamente extremistas o extremistamente moderadas que tanto gustan a Occidente.
Y, también, intentar parar una iniciativa rusa de crear en El Cairo otro centro de combate al terrorismo como el existente en Bagdad (del que forman parte Rusia, Irán, Irak y Siria). Es decir, Occidente está fuera de todas estas iniciativas que son las que están haciendo daño tanto al llamado Estado Islámico como a los moderadamente extremistas o extremistamente moderados amparados y financiados por Occidente.
Así que la estrategia de Occidente es o yo o el caos. Occidente ha tenido que tragar en la mesa de conversaciones de Viena sobre Siria con la presencia de países como Irán, Irak, Líbano y, sobre todo, China. La presencia de chinos e iraníes se debe a la presión de Rusia. Pero Occidente no se resigna. EEUU anda provocando a Beijing en el Mar de China con vuelos de bombarderos estratégicos, China ha llegado a un sustancioso acuerdo con Egipto para construir una zona industrial en el nuevo Canal de Suez que se está ensanchando. Si se abre ese centro de combate al terrorismo en Egipto, China se va a sumar a él con toda seguridad, sobre todo después de la explosión del avión ruso sobre el Sinaí...
Estamos, otra vez, ante la locura de un Occidente que quiere, y necesita, retomar la iniciativa, y la cordura de Rusia.
El Lince
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