lunes, 25 de enero de 2016

El arquero y la flecha

Estos días estoy ayudando a mi hija con un trabajo sobre la Revolución Cultural China que tiene que hacer para una asignatura de la carrera. En plena vorágine de la Revolución Cultural, se decía que había que cambiar de subjetividad, que había que vivir de otro modo y a todo eso se le llamó -en China- "revolucionarización". Se decía que había que "cambiar al hombre en lo que tiene de más profundo" y que en la práctica política se debía ser, a la vez, "el arquero y la flecha".

A mi hija le digo que el trabajo es suyo, que yo puedo aportar algunas cosas pero que es ella quien lo debe realizar aunque teniendo en cuenta una cuestión fundamental: la Revolución Cultural china ha sido interpretada de diferentes maneras, desde una lucha por el poder hasta un fracaso del voluntarismo económico que supuso el intento del retorno del hombre al campo. Entre medias de ambas interpretaciones hay otras muchas, pero todas tienen que ver con el espectro ideológico de quien las haga. Así que ella verá. Aunque, al menos, tiene alguna que otra fuente diferente a las que pueda consultar por ahí dado que desde todas las partes, incluso desde el PCCh, la versión que se ofrece de la Revolución Cultural es siempre crítica.

Pero mira tú por dónde, hoy en China también hay un proceso de "revolucionarización". No es una nueva Revolución Cultural, por supuesto, pero sí es una expresión clara, y cada vez mayor, del hastío, del cansancio, del hartazgo con el capitalismo por el que transita el país desde hace exactamente 30 años, casi coincidiendo con el fin de la Revolución Cultural.

Los primeros síntomas de esta "revolucionarización" se produjeron en septiembre de 2015, cuando una empresa minera, la Heilongjiang Longmay, despidió de la noche a la mañana -literalmente- ni más ni menos que a 100.000 trabajadores. La respuesta de los trabajadores fue todo menos pacífica, como no podía ser de otra forma, aunque la Policía -que es igual en todas partes- se hizo rápidamente con el control de la situación porque lo último que quiere ver China en el interior es un clima de inestabilidad que dé al traste con sus planes geopolíticos.

El argumento oficial para el despido fue que China tiene un exceso de producción de acero y que esos despidos fueron necesarios -se dijo que el número máximo sería de 400.000 despidos- porque también se reduciría la producción de acero en unos 100 millones de toneladas.

Pero también se produjo una reducción de la producción del carbón (valgan las cacofonías) -sin que haya podido encontrar en qué cantidad- y eso afectó, como es lógico, a mucha otra gente que vive indirectamente tanto del carbón como del acero. La consecuencia es la lógica: un aumento sustancial del aumento de huelgas, que ya no sólo afectan, como venía sucediendo hasta ahora, casi exclusivamente a las empresas de capital extranjero sino a las de capital chino, sean o no del Estado. En el año que acaba de terminar se produjeron 2.703 huelgas en China, una cifra espectacular si tenemos en cuenta que en 2014 fueron 1.379 las huelgas. Si queréis hacer un ejercicio rápido de dónde está la combatividad obrera hoy día, no tenéis más que ir a vuestros países y ver cuántas huelgas ha habido en ellos. Seguro, segurísimo que han sido muy pocas. Ni punto de comparación con China.

Los obreros, las obreras en China se están cansando cada vez más con las quimeras del capitalismo, eso de que enriquecerse el bueno, como dijo Deng Xiaoping hace casi 30 años. El número de huelgas en China preocupa, y mucho, al poder. La agencia estatal Xinhua ha publicado una entrevista con el principal responsable de Planificación de la Industria Metalúrgica en la que muestra abiertamente su preocupación por la "amenaza para la estabilidad social" que suponen los despidos y las reacciones a los mismos. Aquí tenéis algunas de ellas, que no veréis en los medios de propaganda occidentales (curiosamente), no vaya a ser que los obreros de Occidente tomen ejemplo.







El malestar es evidente; la preocupación del poder, también. El 1 de enero el Consejo de Estado decidió crear, por primera vez, un fondo de reestructuración industrial por valor de 47 millones de yuanes, unos 6'6 millones de euros. Supongo que no hará falta decir que es una cantidasd absolutamente insuficiente teniendo en cuenta que estamos hablando de un país como China. Eso lo sabe también el Consejo de Estado, que pide a las empresas que reduzcan el número de despidos y que establezcan un fondo del 1% de sus ingresos para "ayudar a los trabajadores que hayan sido despedidos" a modo de compensación.

China no es un lecho de rosas. En la última década ha habido unas 30.000 huelgas y estamos en una situación en la que nunca se ha visto un movimiento obrero igual de combativo desde la Revolución Cultural. Huelgas sectoriales, manifestaciones masivas, ocupación de edificios gubernamentales... Todo está ocurriendo hoy, ahora. Es una buena señal.



El Lince

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