Es 1º de mayo. Con el sindicalismo cooptado, con la conciencia de clase destruida por un progresismo que intenta, una y otra vez, conducir el desencanto popular y el rechazo a un sistema político (el capitalismo) hacia las aguas estancadas de la representación institucional, sin pretender ir más allá; que conduce las dinámicas de lucha hacia la nada (es muy significativo que hayan desaparecido las movilizaciones durante todo este tiempo en el Estado español); que no haya la más mínima auto crítica del camino recorrido hasta y en las instituciones...
¡Qué tiempos aquellos en los que las movilizaciones provocaban el pánico en los verdaderos representantes del poder, que provocaban cambios, que derrocaban gobiernos y presidentes (como en Ecuador, por ejemplo, hasta tres veces), que deslegitimaban los modelos sociales, políticos y económicos...
La evaluación de los gobiernos supuestamente progresistas es fácil de hacer porque en algunos casos han pasado 20 años (Venezuela), en otros uno (Syriza, en Grecia) y los resultados están ahí. Si hubiesen querido profundizar las políticas iniciales de cambio lo habrían podido hacer sin problemas y eso hubiese impulsado el cambio social, político y económico. Pero ni quisieron ni quieren (Ecuador). Siguieron, y siguen, aferrados a un modelo económico depredador, miman a la empresa privada (sin siquiera hacer preguntas acerca de su acumulación o si tiene que haber límites o no a ella) e insisten en los modelos asistencialistas que sí, ayudan a paliar algo la pobreza pero que no cambian la estructura económica que la genera porque para disminuir -no digamos ya eliminar- la desigualdad es imprescindible enfrentarse a la banca y al capital financiero.
Que hoy defender el socialismo y la lucha contra el capitalismo es difícil y quienes lo hacen, hacemos, estamos en minoría muy minoritaria es evidente. En parte es culpa nuestra, pero también y sobre todo del papel sistemático que sobre ello ha realizado el llamado progresismo. No se plantea nadie hoy la propiedad social de los medios de producción, ni la elevación de la clase obrera como la clase dominante (puesto que negar que hay una guerra de clases, que estamos perdiendo si es que no la hemos perdido del todo, es aberrante y eso lo hacen una y otra vez los progres), ni la eliminación del poder de la burguesía.
La lógica hoy es hablar de "la gente", sobre que no hay diferencias entre "derecha e izquierda" (lo que yo llamo la derecha y la otra derecha) y no sobre la construcción de un nuevo discurso sobre cómo se debe distribuir la propiedad o si debe o puede haber propiedad colectiva. El ejemplo que están dando los llamados "ayuntamientos del cambio" en el Estado español (España, para otras latitudes) es paradigmático en ésto, desdiciéndose un día sí y otro también en su proclamada voluntad de remunicipalizar los servicios privatizados.
El socialismo ha sido destruido por el progresismo y el progresismo está siendo destruido por él mismo. El progresismo mantiene las mismas lógicas que la burguesía, no transforma las dinámicas de producción. Para cambiar hay que destruir. El mundo va hacia la hecatombe, la crisis del capitalismo se agrava pero no hay nadie que parezca capaz de plantearse que es justo ahora, cuando el mundo que conocemos está colapsando, el momento más propicio para las revoluciones. Frente a este colapso sólo hay dos posturas posibles: o intentar paliarlo, como hacen los progres y su insistencia en las instituciones, o hacerle frente.
Así que tras este desahogo, tal vez haya que rebuscar en un libro cuestionable, y unas películas cuestionables, pero que han tenido su significado y su importancia para la juventud en los últimos años. Seguro que ya sabéis qué me estoy refiriendo a "Los juegos del hambre" tras haber leído el título de esta entrega. Como mi hija tiene 18 años, leí los libros y vi las películas. En uno de ellos, que no en las películas, uno de los dirigentes de la rebelión resume algo que ya se sabe desde los romanos: el gobierno consiste en mantener a la población entretenida para desviar su atención de una realidad desagradable. Esto vale, también, para las películas citadas, por supuesto.
Los libros (las películas en menor medida) tienen un cierto, cierto sólo, mensaje subversivo que si se ayuda a entender a la juventud puede servir para que comience a andar su propio camino de partisana y disidente, para que sea capaz de hacer lo que nosotros no hemos podido hacer con éxito: identificar las contradicciones del discurso dominante, construir un contrarrelato y volverse contra el sistema.
Por eso no me he podido resistir y aunque sea traído por los pelos, aquí está la nueva chica en llamas. Ya que todo el mundo reconoce que hoy la superioridad militar la tiene Rusia, por encima de EEUU y de sus vasallos pese a la OTAN y sus bravatas, esta es la última prueba conocida de las Fuerzas Armadas de Rusia sobre material y equipamiento. En concreto, las pruebas las realizó el Instituto Central de Investigación de Armas de Precisión.
¿Realidad o ficción? Lo dicho, la chica en llamas.
El Lince
Hay otra película de Hollywood que es, digamos, transgresora: "In time“. En ella entendí la relación entre crimen organizado y el sistema, además de que se tratan cuestiones de producción y distribución de riqueza.
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