lunes, 10 de agosto de 2020

Como pollos sin cabeza

La explosión en el puerto de Beirut ha tenido consecuencias no previstas para los occidentales, además de destruir un sistema basado en un reparto sectario del poder impuesto por el colonialismo francés como condición para aceptar la independencia de Líbano en 1943, aunque no fue efectiva hasta que las tropas coloniales abandonaron el país en 1946.

Aunque las protestas y tomas de edificios oficiales del sábado han sido orquestadas por ellos -y rápidamente terminadas tras el aviso de Hizbulá de contrarrestarlas con su gente- está claro que tiene que haber un nuevo gobierno. El de ahora es de tecnócratas y el primer ministro ha prometido elecciones anticipadas que no van a solucionar nada porque seguirán los mismos parámetros sectarios dado que si no se reforma la Constitución todo lo que se haga será papel mojado. Pero mientras tanto, todo el mundo se está moviendo y el impulso internacional para reconstruir el sistema político tiene que partir de nuevas bases. Y se está muy lejos de todo ello.

En primer lugar, porque tiene que haber un gobierno representativo de todas las partes y el sostenido por la Constitución establece un presidente cristiano, un primer ministro sunnita y un presidente del parlamento shií. Eso era porque entonces, en 1943, los cristianos eran mayoría y los shiíes minoría. Sin embargo, se mantuvo tras los acuerdos de Taif que supusieron el fin de la guerra civil en 1989. Ni en 1989 era así la correlación de fuerzas, sino al revés, por lo que la Constitución seguirá igual para defender los privilegios de los de siempre. Por ejemplo, los cristianos, en sus diversas variantes, y los musulmanes, en sus diversas variantes, tienen 64 escaños cada uno aunque se reparten por religiones (maronitas 34, ortodoxos 14, católicos orientales 8, sunníes 27, shíies 27, etc). Eso se vendió como un logro pese a que los musulmanes, en sus diversas variantes, son mayoría social. Por eso, para evitar que se extienda la necesidad de una reforma constitucional es por la que una parte de los parlamentarios cristianos, los críticos con Hizbulá, y los sunnitas están dimitiendo, para evitar el quorum parlamentario y evitar esa reforma.

El gobierno libanés, o lo que sea, ha terminado sin duda. Y con él el sistema político sectario. Pero...

Aquí está el quebradero de cabeza de Occidente. Tras las elecciones de 2018 Hizbulá y sus aliados, incluidos algunas formaciones cristianas y una pequeña minoría de sunnitas, consiguieron una cómoda mayoría y por eso se dice que el gobierno "está controlado por Hizbulá". El simplismo propagandístico occidental de siempre, pero no es así. Es, básicamente, un gobierno de tecnócratas aunque Hizbulá suele dar el visto bueno casi siempre.

Lo que no se dice, como en el caso de Venezuela, por ejemplo, es que Líbano está prácticamente bloqueado desde ese momento, cuando Occidente negó ayudas y créditos o los condicionó a que no fuesen a los "ministros de Hizbulá", que solo tiene dos y menores. El objetivo era, como en Venezuela, estrangular al Líbano "rebelde" que se había atrevido a rechazar las presiones occidentales eligiendo esa coalición. Pero aquí hay una diferencia: si en Venezuela no solo se trata de estrangular un gobierno, sino de matarlo, aquí solo se pretendía estrangular para reforzar de esta forma a los pro-occidentales.

No ha salido bien. La explosión se ha llevado por delante los planes occidentales, y por eso la rápida llegada de Macron, para galvanizar a los pro-occidentales y garantizar su apoyo a un cambio de gobierno que rompa los vínculos, incipientes, que comenzaba a haber con China (además de Irán). Macron ha actuado como el presidente de una metrópoli colonial, y así lo han recibido sectores cristianos en Beirut. Por que lo que no se dice es que hay una campaña abierta para que Líbano vuelva a estar bajo dominio francés. Vamos, igual que las colonias de Martinica, Guadalupe o Nueva Caledonia. No es broma, es lo que hay.

Lo que estamos viendo es un intento de internacionalizar la crisis, y ya se han comenzado a dar los primeros pasos en forma, supuestamente, humanitaria. Como siempre. Y se ha empezado por el puerto, distribuyendo a ciertos países el trabajo de las tareas de rescate en el mismo. Echad un vistazo.


Aquí lo importante es el papel de Francia y de Rusia (China está ausente, pero no hay que desdeñar el papel de Rusia). Los dos países están en el epicentro de la explosión, por lo que a priori son quienes encontrarán más pruebas de lo que pasó, si fue una explosión accidental o provocada. Francia quiere una "investigación internacional", el presidente de Líbano lo ha rechazado. De ahí la presencia rusa, para contrarrestar a Francia. Junto a ellos están la República Checa, Grecia, Qatar, Países Bajos, EEUU y Polonia (el papel vasallo de Polonia es de primera, no se puede negar).

Es decir, Occidente sabe que está a punto de perder otro país y que sus herramientas para mantenerlo son limitadas porque la idea de un "gobierno neutral" (es decir, sin Hizbulá) está fuera de toda discusión por el reparto sectario, y más con las elecciones anticipadas sobrevolando el escenario. Por cierto, Macron no mencionó en ningún momento las elecciones anticipadas; quería, simple y llanamente, la renuncia del gobierno y su sustitución por los pro-occidentales. Por eso presiona con la calle, porque quienes estaban saliendo eran los pro-occidentales. Esta es una de las pancartas exhibidas que sirve como ejemplo de lo que hay detrás. Por si quedan dudas.


El enojo popular es evidente con la situación, pero va mucho más allá de lo que nos venden y los cambios, que se darán, aún no están claros. Occidente apuesta por una recomposición del sector cristiano, especialmente que los ortodoxos y un sector de los maronitas abandonen a Hizbulá. Y eso, por el momento, no se está produciendo. Ahora mismo, los pro-occidentales son como pollos sin cabeza: se mueven, sí, pero dando bandazos y sin coordinación alguna. Solo esperan que la gallina (pongamos, francesa) les guíe y acoja bajo sus alas.

 El Lince

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