Primero fueron las llamadas élites políticas quienes arremetieron contra "las masas ignorantes" británicas por haber tenido el atrevimiento de rechazar la Unión Europea. Luego fueron los paniaguados académicos de esas élites quienes arroparon con su discurso académico el que "las masas ignorantes" no tienen potestad de posicionarse sobre ciertos temas precisamente por su ignorancia. Luego fueron los famosos Premios Nobel quienes arremetieron contra los ecologistas por tener el atrevimiento de rechazar los alimentos transgénicos. Como no somos británicos, no nos incumbe. Como no somos académicos, no nos incumbe. Como no somos ecologistas, no nos incumbe. Como en el famoso poema, cuando vengan a por mí ya sólo habrá un enorme rebaño que acepta todo.
La guerra es cada vez más clara y abierta. Es una guerra a gran escala frente a la que hay que responder a gran escala. Cuando se acusa a los ecologistas -aunque se centre la crítica en el más fuerte, Greenpeace- de "crimen contra la humanidad" ya no hay ninguna barrera para el sistema. Los famosos Premios Nobel no arremeten contra el sistema por sus crímenes contra la humanidad -por ejemplo, el desarrollo cada vez más sofisticado y mortífero de armas-, ni contra la causa que genera desnutrición y pobreza que no es el arroz sin vitaminas sino el mismo sistema. La pobreza y la desnutrición no surgen como las setas, por generación espontánea, sino que son consecuencia de un sistema social y político concreto: el capitalismo. Lo que sí hacen es aplicar "el factor cien" que EEUU aplicó a rajatabla en la guerra de agresión contra Vietnam.
Los famosos Premios Nobel han arremetido contra Greenpeace por su crítica contra el arroz amarillo porque, dicen, ayuda a que los niños puedan reforzar su organismo con la vitamina A y, así, poder prevenir la ceguera. Pero los famosos Premios Nobel van más allá: acusan a Greenpeace por rechazar todos los transgénicos. Greenpeace tiene predicamento entre "las masas ignorantes" y hay que destrozar todo eso. Las masas ignorantes sólo tienen que seguir a quienes tienen que seguir, y eso lo decide el sistema. Nada mejor que los famosos Premios Nobel para decirlo. No hay que dudar de la ciencia, al menos en este caso porque si hablamos de religión...
El problema es que las empresas han manipulado la idea de la ciencia y han sido capaces de distorsionar la investigación científica. Su gran influencia financiera significa, de hecho, el control de la misma ciencia y de las instituciones científicas. El resultado es que los institutos de ciencias, los programas de investigación y los propios profesionales sirven de buen grado a los intereses de las grandes corporaciones. Aquí está en el engaño. Porque la ciencia, tampoco es neutra.
Corría el año 2014 cuando el secretario de Agricultura (ministro) de EEUU solicitó a la ciencia "una postura sólida" para apoyar el comercio de alimentos de EEUU en todo el mundo. Hasta aquí, bien. Pero la historia es otra y tiene que ver con los famosos Premios Nobel. Resulta que en EEUU los ecologistas y los consumidores presionaban para que el gobierno pusiese en todos los alimentos transgénicos la etiqueta diciendo que son transgénicos. Y el gobierno dijo que no, que se corría el riesgo de "enviar una impresión equivocada de un problema de seguridad" y que dificultaría el comercio. Y entonces recurrió a la ciencia para la "postura sólida" al respecto. Este es el origen de lo que vemos ahora.
Los patanes ignorantes habían creado el "derecho a saber" qué hay detrás de las empresas que investigan los transgénicos y los científicos. Y encontraron que gran parte de los científicos que defienden los transgénicos tenían relaciones con empresas como Monsanto, Syngenta, DuPont, Dow Chemical y con empresas de comunicaciones como Fleishman Hillard y Ogilvy & Mather que se dedicaban a difundir de inmediato artículos "adaptados al gran público" para difundir las bondades de los transgénicos.
Encontraron un dato muy aleccionador: uno de los científicos había sido empleado de Monsanto durante nueve años, de 2004 a 2013, y cuando se convirtió en editor asociado de una revista de cabecera como Food and Chemical Toxicology lo primero que hizo fue eliminar de la misma un estudio dirigido por el biólogo francés Gilles-Eric Seralini en el que se demostraba que los alimentos transgénicos habían causado importantes problemas de salud en las ratas, especialmente entre las hembras con tumores mamarios.
Así que los científicos partidarios de los transgénicos cambiaron de táctica y acusaron a los detractores de "menoscabar la libertad académica". ¿La censura? Es necesaria para el gran objetivo: no hay peligro con los transgénicos y cuestionarlo ataca ni más ni menos que la libertad académica.
Se habla mucho de las puertas giratorias de los políticos, pero no se habla apenas de las puertas giratorias de los científicos, incluidos los famosos Premios Nobel y los científicos que les han secundado en su crítica contra Greenpeace. Muchos de ellos no sólo forman o han formado parte de las grandes empresas de la agroindustria, sino que también lo son de los organismos reguladores de los alimentos a nivel estatal. En el de EEUU hay ni más ni menos que ocho ex trabajadores de Monsanto. Lo mismo ocurre en la moribunda UE y en otro país donde se está desarrollando la guerra contra los patanes ignorantes: India.
Aquí la resistencia a los transgénicos es muy alta y es donde se está centrando la gran batalla de la que Greenpeace es uno de los grandes objetivos, pero sólo en tanto que tiene mucho predicamento en el mundo occidental y hay que evitar que desde aquí se apoye la lucha de los agricultores indios. En la India Monsanto es propietario del 90% de las semillas de algodón que se plantan, por ejemplo. Y eso ha sido una decisión tanto del Ministerio de Agricultura como del Consejo Indio de Investigación Agrícola, institución público-privada relacionada con la industria de la biotecnología. La situación es igual en casi todo el mundo (por cierto, el único país del mundo que ha prohibido los transgénicos es Rusia).
La resistencia de los agricultores a los transgénicos en la India es muy alta. Tanto que, gracias a su lucha, el Tribunal Supremo ha ordenado la paralización de la siembra de berenjenas transgénicas y los "ensayos a campo abierto" de otras semillas si no van acompañados de "controles exhaustivos y rigurosos de evaluación de riesgos".
En la India se habla de "efectos no deseados" de los transgénicos, de que tardan años en aparecer, pero aparecen, y que hay que preservar la biodiversidad, algo que también dice Greenpeace en su respuesta a los famosos Premios Nobel. Las élites políticas que desprecian a "las masas ignorantes" despreciarán, también estas cuestiones. En la India la lucha y la resistencia de los agricultores ha logrado importantes victorias y hay que impedir una más contra el arroz transgénico. Eso es lo que hacen los famosos Premios Nobel.
Los famosos Premios Nobel que tienen el atrevimiento de hablar de "crimen contra la humanidad" son conscientes de sus mentiras aunque las arropen con un lenguaje científico. El crimen contra la humanidad está en otra parte pero, como en la guerra de agresión contra Vietnam, lo que hay que hacer es aplicar el "factor cien": si los muertos son nuestros, dividimos por cien; si los muertos son del enemigo, los multiplicamos por cien. Este es el factor que han aplicado los famosos Premios Nobel.
El Lince
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