viernes, 9 de enero de 2015

Y  Dilma Rousseff sonríe mientras tanto

Voy con una historia interesante sobre otro gobierno “progre”, de esos que se dilucidan entre lo real y lo imposible. Este gobierno es el de Brasil.

He de decir que no salgo de mi asombro, y mira que creí que ya estaba curado de espanto de casi todo. Cuando oigo por ahí que este es un gobierno progresista, como el de Uruguay o Chile, no puedo reprimir una sonrisa irónica. Y lo curioso es que quien lo dice se lo cree. Pero cuando le pones delante ciertos hechos o bien agacha la vista o bien dice que es lo que se puede lograr. Pero se pueden lograr muchas más cosas, sin duda, solo hay que convencerse de ello.

Dilma Rousseff tiene un gabinete lleno de especímenes neoliberales que no se cortan un pelo con lo que dicen y la presidenta sonríe mientras tanto.

Por ejemplo, el nuevo Ministro de Hacienda, un banquero que tiene como misión lograr “una plena disciplina fiscal sin afectar derechos sociales o deprimir la economía”. Pero resulta que ya hay un derecho que ha pasado a la historia o, como dicen ahora los panegiristas, se ha hecho para garantizar el pago: ese derecho era que los parados que se quedaban sin empleo la primera vez podían cobrar un subsidio si había estado trabajando al menos 6 meses y ahora el tiempo se alarga a los 18 meses. Consecuencia, el Estado dice que se va a ahorrar 18.000 millones de reales (unos 3.300 millones de euros). Pero eso no es un "recorte" social, no, qué va. Y la presidenta sonríe mientras tanto.

Por ejemplo, la nueva Ministra de Agricultura, ganadera y hasta ahora presidenta de la patronal de grandes empresarios del campo, niega con rotundidad que en Brasil haya latifundios. Y como resulta que no hay latifundios en Brasil, no tiene que hacerse una reforma agraria masiva sino que debe realizarse y centrarse sólo en los campesinos que tengan “vocación de trabajo”. Esta ganadera y ahora ministra en el gobierno de Dilma Rousseff piensa claramente que los campesinos son un atajo de vagos y, por lo tanto, no es de extrañar que en Brasil todavía haya esclavos trabajando para los terratenientes. Y la presidenta sonríe mientras tanto.

Supongo que no hará falta recordar la lucha histórica que mantiene el Movimiento Sin Tierra, que refutaría de forma apabullante tremenda sandez y engaño. Pero la presidenta seguro que no sonreiría y consideraría ese hecho una amenaza para su gobierno. Que el 1% de los grandes empresarios del campo posea casi la mitad de las tierras cultivables de Brasil endulza la sonrisa de la presidenta. No lo digo yo solo, que también, sino el Consejo Indigenista Misionero, vinculado a la iglesia católica y del que supongo no habrá sospechas de radicalismo izquierdista. El MST ha publicado diversos análisis sobre el latifundio y dice que más de 100 millones de hectáreas están controladas or los terratenientes, con una media de 2.400 hectáreas por terrateniente

¿Os ha parecido poco? Pues aún hay más: la ganadera que ejerce de nueva Ministra de Agricultura ha dicho también que hay que revisar la delimitación de las tierras indígenas porque “los indios han dejado las selvas y pretenden expandir sus tierras hacia las áreas de producción agrícola”. Y la presidenta sonríe mientras tanto.

Aquí están mis dos nuevas heroínas. Conjuntadas y casi de la mano. Y Dilma Rousseff sonríe mientras tanto.



Son solo dos muestras, pero hay más de este tipo en el gobierno de Dilma Rousseff. Venga, progres, sonreíd vosotros también en aras de lo real y lo imposible. 


El Lince

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