La pendiente por la que se desliza Dilma Rousseff y la última batalla de Syriza
Mientras los nuevos ayuntamientos "ciudadanos" en el Estado español siguen dando un paso adelante y dos atrás (con el de Madrid como buque insignia), y son sólo cinco, repito, cinco días desde que fueron elegidas las nuevas corporaciones, los iconos de los progres se van deshaciendo como un cubito de hielo en una parrilla. Dilma Rousseff, fortalecida tras el congreso que el pasado fin de semana celebró el Partido de los Trabajadores, acaba de anunciar que va a vetar el aumento de los beneficios a las pensiones porque "pone en peligro la sustentabilidad a largo plazo" de las mismas. Vamos, lo mismo que han hecho el gobierno español y el portugués; lo mismo que el FMI y "las instituciones", antes llamadas troika, reclaman a Syriza aunque todavía este partido se resiste a tocar las pensiones, algo que le honra, pese a las críticas que le he hecho y haré.
El V Congreso del PT no criticó el "ajuste fiscal" de Dilma y habló de impulsar el crecimiento y ampliar las políticas sociales. Pues Dilma ya no está ampliando esas políticas sociales, sino limitándolas. Más aún.
Dilma, y por lo tanto el PT, dice que así se protege el sistema de
seguridad social. A ver ¿en qué se diferencia este discurso de cualquier otro
clásico del neoliberalismo? El capitalismo está encantado con los progres:
cuando hay épocas de bonanza ponen en juego políticas asistencialistas para evitar la explosión social que
revierten en cuanto tienen ocasión. Brasil es un ejemplo claro. Estas políticas
asistencialistas, como el famoso Programa Hambre Cero, palían lo inmediato pero
no suponen un cambio estructural de la economía. Los programas asistencialistas
no resuelven la pobreza, sólo la postergan y la ocultan de forma transitoria.
Por el contrario, Syriza parece que se enroca en una única cosa: las pensiones. Con una rebelión interna que casi ha dado al traste con el gobierno de Tsipras -algo que no ocurre con el PT de Dilma- Syriza está dando la cara, por fin. Grecia ha sabido cuidar a sus jubilados, con un porcentaje muy alto, alrededor del 17%, de sus presupuestos destinados para pagar pensiones (en España es del 12%). Pero no es oro todo lo que reluce porque las pensiones griegas son bajas: la mitad de los pensionistas no cobra más de 700 euros al mes. Con unas cifras de paro galopantes, es la economía de los abuelos y de las abuelas la que sustenta a miles de familias. Imagino que en Brasil se darán situaciones parecidas, entre otras cosas porque Dilma ya ha realizado una modificación de las condiciones para pagar el seguro de desempleo. Ahora se necesita más tiempo trabajado para cobrarlo. Para quienes seáis de otras latitudes, en España se necesita un año trabajado para cobrar cuatro exiguos meses, los otros ocho restantes del año, a mendigar. Imaginaos esto en Grecia (y en España). Miles y miles de familias dependiendo únicamente de los 700 euros mensuales de los abuelos.
Así que por una vez voy a sacar la cara por Syriza. Es su última batalla, la más épica. Es su Termópilas. Un pequeño grupo de combatientes puede parar a todo un ejército. Hace 2.500 años apenas mil combatientes (no eran solo 300 espartanos, como se ha dicho incluso en películas, puesto que también había otros tantos tespios y tebanos) mantuvieron a raya a unos 200.000 persas durante una semana y sólo con la traición de uno de ellos pudieron ser fueron derrotados. Syriza, hoy por hoy, resiste aunque tampoco es descartable la traición de alguno.
Porque hablando de traición, en Brasil hay un nombre que la simboliza: el ministro de Defensa. Fue gobernador del estado de Bahía por el PT y es un personaje de la confianza de Dilma. Este tipo rindió honores y cobertura institucional al funeral de un torturador, un general que durante las décadas de 1964-1985 fue considerado responsable de secuestros, torturas, violaciones, asesinatos y desapariciones de opositores políticos a la dictadura militar. Lo sangrante del caso es que así, con el nombre y apellidos del sujeto a quien honra el PT, se recoge en el informe final de la Comisión Nacional de la Verdad instaurada por la propia Dilma Rousseff.
El Lince
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