viernes, 31 de marzo de 2017

El discreto encanto de la burguesía

Es el título de una película de Luis Buñuel que ya tiene unos añitos, pero que podéis ver sin problemas. Buscadla. Formalmente es una comedia, pero encierra las pesadillas de un mundo podrido y la cortesía hipócrita de quienes viven el presente. Buñuel era más una mezcla de anarquista y comunista que otra cosa, pero sobre todo era él. Y su cine lo demuestra, especialmente en esta película en la que aparece un ejército parásito y gorrón, la iglesia que mata al que perdona, la policía que tortura, el ministro que asegura la impunidad a los delitos de sus amigos burgueses... Vamos, como la vida misma.

Unos amigos (ya os he dicho en alguna ocasión que me quedan pocos dentro de esos que se denominan a sí mismos "progres" porque no aceptan mi crítica hacia sus constantes sumisiones) me han recriminado que dijese no hace mucho que si yo fuese ecuatoriano no votaría ni por Moreno ni por Lasso en las elecciones de este domingo. Dicen que hay que optar por el mal menor. ¡Toma ya! Reconocen que los dos son malos, pero que hay un malo más malo que otro. ¿Y a eso lo llaman avance progresista?

Una de las cosas que más hecho de menos en esta sociedad en la que vivimos es la superficialidad discursiva, donde el nivel es tan bajo como esta apreciación de mis amigos, "el mal menor". Cuando se les contraponen datos, hechos, situaciones son como los tres monos: ni ven, ni oyen, ni hablan. Simplemente repiten el mantra que les conforta: "el mal menor". No voy a hablar de cómo se callan cuando se aborda la lucha de poder en Podemos, el apego por los carguitos y la obsesión por el sistema, la patética actuación de todos ellos en el Ayuntamiento de Madrid (para los de fuera, Madrid es la capital y tiene un presupuesto mucho mayor que muchos ministerios, por lo que su gestión debería ser un ejemplo del famoso "cambio" que propugnan y que se suele quedar en gestos sin sustancia mientras las estructuras anteriores no sólo se mantienen sino que se refuerzan). Pero esta es otra historia.

La de ahora tiene que ver con Ecuador y las elecciones. He estado en tres ocasiones y he residido cierto tiempo en Quito, en Imbabura (en Ibarra y Otavalo, en concreto), en Esmeraldas (con los chachis y los épera) y en Guayas. Algo lo conozco, por lo tanto. Por eso creo que puedo hablar y no de oídas. También es cierto que ya hace unos años que no voy por allí, pero sigo la situación.

Al igual que me ocurrió con Venezuela, no hay nada como conocer de primera mano una situación. Porque de esos polvos vienen estos lodos.

El domingo se celebrará la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Ecuador. Todo el mundo "progre" está conteniendo la respiración, especialmente en América Latina. Lo primero que hay que decir es que lo que se percibió en la primera vuelta fue una importante apatía de la gente. Porque se dirá lo que se quiera, pero la participación fue muy modosita y eso ya, en sí, tenía que haber disparado las alarmas de Rafael Correa y los suyos. Porque resulta que el voto es obligatorio y casi el 20% pasó de ir. Un desafío en toda regla que nadie, ni Moreno ni Lasso, se ha molestado en tener en cuenta. Sin embargo, es el sector más consciente que hay en el país y que muestra el desgaste de un proyecto, el de Rafael Correa, que se ha alejado hace ya mucho tiempo de esos presupuestos "antineoliberales, antiprivatizadores, respeto a los movimientos sociales y a la naturaleza", etc. con que se inició en 2007.

Estas cuestiones son ya historia antigua, muy antigua aunque tengan sólo 10 años. Los constantes cambios de posición, las medias tintas, los gestos autoritarios, el trato despectivo hacia los pueblos indígenas, el extractivismo es algo que está ahí y que la retórica no puede ocultar. Se ha perdido una ocasión de oro para, cuando menos, arrinconar a una oligarquía que ahora vuelve a tener todas las de ganar gane o pierda las elecciones. Porque aunque su candidato, Lasso, pierda las políticas de Moreno no se van a diferenciar mucho en el fondo aunque puede que algo en la forma. Es la fascinación de todos los "progres" por el discreto encanto de la burguesía. Porque lo que se ha vendido a la gente, allí, aquí y en otros sitios es ilusión sin ruptura real. 

Cuando se apuesta por lo institucional, a quien se da toda la importancia, se está dejando de lado la única palanca imprescindible para el cambio con el que tanto se llenan la boca: la participación de la gente en la toma de decisiones. Cuando no se transforman las relaciones sociales (no digamos las relaciones productivas) el discurso va por un lado y la realidad por otro. El espejo del PT de Brasil es paradigmático al respecto. En Ecuador, el caso Yasuní es el más indicado para reflejarlo pese a que las demandas indígenas, asumidas por Correa, fueron la ola en la que se montó su movimiento para alcanzar la presidencia. Porque si bien es cierto que ha habido una serie de mejoras claras -por ejemplo, las carreteras que conocí en mi primer viaje no tenían nada que ver con las que he visto en otros viajes- como que el trabajo mejoró y que el índice de pobreza cayó, también lo es que sin una redistribución de la propiedad o un cambio en la matriz productiva no son más que cuestiones coyunturales que no se sostienen y que volverán a caer a niveles muy similares a los que estaban. Si gana el oligarca Lasso, más rápidamente que si gana el oficialista Moreno. Pero la senda que marcan ambos es la misma.

Como en Brasil, los movimientos sociales fueron primero cooptados y luego, quienes se rebelaron, fueron combatidos como ocurrió, de forma especial, con los indígenas y que por eso ahora apoyan a Lasso. Una incongruencia superior, una apuesta con el corazón y no con la cabeza que les va a costar caro. Porque la no participación de los indígenas hubiese sido más determinante que esta postura grotesca. Si en la primera vuelta no participó el 20% de la población, pese a que el voto es obligatorio, el que los indígenas no participasen en esta segunda vuelta supondría casi el doble del porcentaje, algo que sí sería significativo para los dos candidatos, el oligarca y el burgués.

El Ecuador antineoliberal ha dado paso al Ecuador sumamenteliberal, donde se han entregado a importantes multinacionales (como Halliburton) campos petrolíferos como el de Sacha y se ha otorgado la explotación de puertos (ver la similitud con lo que hace Syriza en Grecia) a empresas privadas incluso sin haber hecho un concurso previo. Es lo que llaman en Ecuador "alianza público-privada" y que se está llevando por delante hidroeléctricas, hospitales y hasta ciertos programas de alimentación escolar. En toda tierra de garbanzos, que es la mía, eso se llama conciliar con el capital cuando no sucumbir al capital. ¿Y cómo se concilia? Pues como únicamente sabe el capital: haciendo "reajustes salariales y flexibilizando la relación laboral".

Así que ¿de qué modelo político y social se está hablando? Para mí no hay diferencias entre Lasso y Moreno, entre Moreno y Lasso y si las hay son tan pequeñas que son casi imperceptibles. Yo no daría el voto a Lasso, como sí van a hacer los indígenas o los otrora maoístas de la Unidad Popular, pero tampoco a Moreno. La consecuencia aquí es no votar, no el optar por el "menos malo" o por el exponente de los oligarcas para acabar con el correísmo burgués.

Los movimientos sociales fueron casi extinguidos en estos 10 años, tanto por la cooptación desde el poder como por la asfixia y la represión. Pero si se quieren recuperar tienen que mantener no sólo su lucha, sino su coherencia. La Conaie (Confederación de Nacionalidades Indígenas) ha dicho este 23 de febrero que "ni continuismo de la dictadura (sic) ni consolidación del capitalismo". En Ecuador no hay ninguna dictadura (aunque con ellos Correa haya optado diez veces por palo y una por la zanahoria), pero apoyar a Lasso no es otra cosa que consolidar el capitalismo aunque lo sea también el apoyo a Moreno.

La lucha contra el gobierno, sea cual sea quien lo dirija, será en los mismos parámetros que ha sido siempre y que están en el origen de todo lo que ha abandonado Correa, fascinado por el encanto de la burguesía. No es fácil porque ahora los movimientos están más atomizados y desestructurados que entonces -gracias a Correa- pero sí hay un terreno evidente por donde transitar.

El Lince

1 comentario:

  1. Hay un pedestal de la Verdad encerrado en la embajada de Londres que " el mal mayor " quiere presentar al imperialismo como Herodes a Salomé.
    Quizas haya batallas perdidas,pero no se ha perdido la Revolución.

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