Dar órdenes para ocultar el miedo
Por una vez, y sin que sirva de precedente, voy a salir un poco en defensa del gobierno español, una coalición entre el PSOE y Unidas Podemos. Un poco, porque la gestión de la crisis del coronavirus no es precisamente para elogiar y mucho menos en cuestiones económicas donde siguen mirando qué dice la patronal y cómo se comporta... respecto a ellos. De hecho, no han pasado ni tres días desde el decreto de cierre de sectores no esenciales y ya ha levantado algunas de esas restricciones porque la patronal estaba muy enfadada. No voy a entrar en lo que acaban de aprobar ahora, sino en lo que la patronal dice de lo que acaban de aprobar.
Italia y el Estado español tienen los mismos casos, más de 100.000 cada uno, y casi los mismos muertos, más de 12.000 Italia y casi 10.000 el Estado español. Por lo tanto, hay que partir de dos premisas: el gobierno español sigue casi a pies juntillas lo que hace Italia, con retraso, pero lo hace; y lo mismo vale para la patronal, que está siguiendo milimétricamente lo que hace y dice la patronal italiana. Las similutudes no acaban ahí, sino que también en Italia hay un gobierno de coalición entre el Partido Democrático (ex-ex comunista) y el Movimiento 5 Estrellas, que hasta ese momento se inclinaba, y estaba, en otro gobierno de coalición con el neofascismo. Esto quiero que lo tengáis en cuenta.
En Italia, tras las revueltas sociales y populares en el sur, asaltando supermercados, el miedo se ha instalado tanto en el gobierno como, sobre todo, entre los empresarios. Los dos, por diferentes razones, hablan de "peligro de revueltas y de caos social". El gobierno lanzó un programa de ayudas, es decir, asistencial -que no estructural- de más de 4.000 millones de euros, de los que una décima parte, unos 400 millones, serán gestionados por los ayuntamientos en foma de "bono social". Aquí, en el estado canalla más conocido como España, aún no se ha llegado a las revueltas -y no se llegará- porque desde el gobierno se ha dado un poco de cuerda a los ayuntamientos y, con el apoyo de los sindicatos, y tras la huelga general que hubo en Italia para lograr la paralización de las empresas no esenciales, se aprobaron esas mismas medidas de ayudas y paralización de empresas no esenciales. Iguales. Molestaos en comparar y vereis que es cierto. Porque, aunque muy minoritarios, también había movimientos en ciertos sectores laborales en el Estado español reclamando el cierre de los sectores no esenciales. Y el miedo al contagio era muy fuerte, aunque el sindicalismo italiano es mucho más combativo que el español.
Tras todo ello llegan estas medidas, tímidas, muy tímidas -de ida y vuelta, además- pero que han puesto los pelos de punta a la patronal española. Y la patronal, y sus numerosos tentáculos, han comenzado a tirar de números para demostrar que esto "hunde la economía", "pone en peligro medidas exitosas" [en referencia a la destrucción de las conquistas laborales que se hizo tras la crisis de 2008 y que ha generado el empobrecimiento masivo de la población y, entre otras cosas, la destrucción de la sanidad que ahora se ve], "amenaza el futuro de numerosas empresas", etc, etc.
Desde Galileo Galilei se viene insistiendo en la respetabilidad del lenguaje matemático y se dice que los números no son ideológicos. Falso. Sí lo son. Lo que no son son leyes divinas. Porque no hay dioses. Todo es depende de cómo se interpreten y, lo más importante, cómo se perciban. Por ejemplo, cuando se habla de que tal empresa pierde tanto o deja de ganar tanto lo que subyace es cuánto de ese tanto representa de su ganancia total. Porque si no fuese así, ya habría quebrado hace tiempo.
Ahora, en Italia se reclama una especie de "gobierno de concentración" y en el Estado español "un "nuevo Pacto de la Moncloa". La pregunta es la de siempre: ¿en beneficio de quién? Porque manteniendo la destrucción de las conquistas sociales y laborales, el beneficio es para los mismos que se han beneficiado siempre. Y no somos nosotros.
Es decir, se está presionando, dando órdenes, para ocultar el miedo a que la población, de Italia y del Estado español (o de cualquier otra parte), se levante de una vez y ponga patas arriba todo esto. En los dos sitios, Italia y el Estado español, hay importantes movimientos neofascistas, pero no son quienes pueden provocar las revueltas. No fueron los neofascistas quienes saquearon los supermerados en Italia, ni fueron los neofascistas quienes impusieron y siguieron masivamente la convocatoria de huelga general que doblegó al gobierno y a la patronal (y a los sindicatos colaboracionistas).
Está claro que hay que defender el sistema de producción, como dicen los empresarios, pero no para reproducirlo tal y como es -dominio absoluto de la propiedad privada sobre cualquier interés general, ausencia casi total de los derechos laborales y sociales- sino para construir un sistema que no tenga las debilidades que se están poniendo de relieve con el coronavirus. Y ese sistema no es el capitalista. No se puede parar la grangrena con unas tiritas, por muy coloridas que sean, que es lo que están haciendo ambos gobiernos.
Porque aquí está, otra vez, la trampa tanto de los empresarios como de quienes los jalean y de los propios gobiernos: se está empezando a trasladar masivamente -aunque ya lleva tiempo- la idea de que esta crisis es "atípica", que no es consecuencia de la mala praxis de los mercados financieros y empresariales sino que "proviene del exterior". O sea, como si un meteorito hubiese vuelto a caer sobre la tierra. Y tal vez haya que considerar al coronavirus como un meteorito. Si en ese caso se extinguieron los dinosaurios, ahora podemos ver cómo se extingue el neoliberalismo.
El neoliberalismo no es inocente, es culpable. Las empresas no son inocentes, son culpables porque se han venido beneficiando, y mucho, de la destrucción de lo público y es precisamente eso lo que está demostrando el coronavirus: la sanidad está hecha una mierda precisamente por todo eso. Lo que se está viendo es el resultado de años de dominio de lo privado sobre lo público, de las empresas sobre cualquier otro aspecto, tanto el trabajo como el ambiente o el clima, por ejemplo. Y eso vale, también, para los gobiernos que han hecho, y siguen haciendo, todo lo anterior posible.
El sistema actual es insostenible. Pero depende de nosotros dar el paso para derrumbarlo definitivamente. Sin confiar en los gobiernos.
El Lince
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